Veintitrés;

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Miriam

Me había dormido brevemente, después de haber quedado completamente agotada junto a Mimi. 

La chica me abrazaba, con un brazo por encima de mis hombros y el otro en la parte baja de mi espalda, mientras que yo rodeaba su cintura desnuda con mis brazos y apoyaba mi cabeza en su pecho. Era una sensación tan bonita, la de sentir su cuerpo caliente debajo de las sábanas, con el frío que haría fuera y lo poco que intentábamos gastar nosotros en calefacción... 

En sus brazos me sentía bien; libre, segura, querida... Sin embargo, me había despertado que serían las cinco de la madrugada, y no conseguía volverme a dormir. 

Seguramente sería por culpa de mi mente acelerada, que ya estaba pensando en como iba a contarle toda mi verdad a Mimi. Ya me había desnudado físicamente, ahora faltaba la parte más difícil, que era contestar a todas las preguntas que ella pudiera tener. Y no serían pocas.

Había sido una persona reservada y fría gran parte de mi vida, relacionándome solo con personas de las que sabía con seguridad que me podía fiar o que conocía gracias a mi hermano o a mi abuela, como había sido el caso de Adrián. Hacía todo lo que podía para esconderme detrás de un muro imaginario pero resistente, en el que colgaba mil notas adhesivas mentales: "conseguir dinero", "sacar buenas notas", "asegurarme de que mi abuela esté bien", "salir adelante".

Y de repente, de la manera más casual del mundo, acababa entrando Mimi Doblas a mi vida: la malota de clase, la que cumplía con todos los tópicos de lesbiana rompecorazones; y desmontaba una a una todas aquellas piedras que habían formado mi muro imaginario. Quizás había intentado resistirme en vano, desde el primer momento. O quizás ni siquiera había opuesto resistencia, y simplemente, me había dejado llevar.

Dejarme llevar. Era todo lo que hacía cuando estaba con Mimi. Y no sabía ni lo que éramos, porque tampoco habíamos quedado en ser novias ni nada de eso, pero me sentía tan suya... 

Levanté mi cabeza de su pecho para verla dormir, con la boca entreabierta y una expresión de tranquilidad total en su rostro. Madre mía. Me sonreí pensando en que parecía buena y todo. 

Me incliné lentamente, acercando mis labios a los suyos. Los rocé de lado a lado, moviendo mi cabeza, hasta presionar los míos contra los suyos. Fue cuestión de segundos notar sus labios correspondiendo activamente a los míos.

—Perdón —susurré, separándome un poco. —No quería despertarte.

—Ya... —respondió Mimi, con la voz ronca. —Lo que tú querías era aprovecharte de mí, ¿no? —bromeó, medio dormida. —Y pensar que la decente de las dos eres tú...

—Ay Mimi, no seas tonta —respondí algo avergonzada, separándome de su cuerpo y posando mi cabeza en la almohada.

La rubia se frotó los ojos y se giró para estar frente a mí.

—¿Qué hora es? —preguntó, desubicada.

—Pues... —levanté mi cabeza para alcanzar a ver la mesita en la que reposaba mi despertador y comprobar verdaderamente qué hora era. —Las cinco y diez.

—¿Qué? ¡Mierda, mierda! —chilló Mimi, incorporándose de golpe.

Agradecí el no estar recostada sobre ella todavía, porque hubiera saltado por los aires. La rubia se levantó de golpe, y se dirigió hacia la silla de mi escritorio, donde había dejado la chupa de cuero. La cogió y rebuscó en los bolsillos hasta sacar el móvil.

—¿Qué pasa? —pregunté sentada en la cama, pero cubriéndome con las sábanas.

Supongo que en aquél momento fui consciente de mi total desnudez y por eso me puse a buscar disimuladamente mi ropa interior, hasta dar con mi tanga en una esquina, a punto de caer de la cama. Me destapé mientras lo cogía y me lo ponía cubierta por las sábanas otra vez, aprovechando que Mimi estaba concentrada en su teléfono.

Game Over 🌙 || MIRIAM²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora