Cuarenta;

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Mimi

—¿Qué vas a hacer ahora? —preguntó Ricky, mirándome con cariño y preocupación a partes iguales.

—Pues me voy a tomar un café y voy a seguir con mi vida —respondí simplemente, viendo a través de la ventana como las gotas de agua se pegaban al ventanal de aquél desastroso salón. —¿No me ves?

Y digo desastroso, porque después del fiestote de la noche anterior, estaba todo patas arriba. Lo peor de hacer aquél tipo de fiestas, fuera en casa propia o en una casa rural, siempre era el proceso de limpieza y recogida el día siguiente. Aunque yo, en el mood en el que estaba, lo último en lo que pensaba era en si tendría que fregar el suelo pegajoso o no.

Habíamos tenido tormenta toda la noche, y ahora, de buena mañana, la lluvia presentaba un aspecto más débil. Como si me sintiera identificada con el tiempo, de repente, una oleada de tristeza me invadió.

Siendo realistas, no me iba a tomar un café y a seguir con mi vida como si nada. Me iba a tomar un café e iba a tener que replantearme todos aquellos planes que había ideado en mi cabeza, todas aquellas ilusiones que tenía con Miriam.

Unas horas antes, prácticamente, me había enfadado con mis amigos por hacerme dormir con ella y sus amigas durante el viaje de fin de curso; y joder, ahora mismo, lo daría todo por estar allí, durmiendo con ella. Porque lo más fuerte de todo era que, una vez pasado el enfado inicial, ya la estaba echando de menos y excusándola mentalmente.

—Mimi —Ricky, apretando cariñosamente mi muslo, interrumpió mis sombríos pensamientos. —Tómalo con calma, ¿vale? Que te conozco y... Está todo muy reciente.

Asentí dócilmente, y me odié a mí misma por estar en aquél estado. ¿En qué momento había puesto toda mi alegría en manos de Miriam? ¿En qué momento me había enamorado tanto de ella? ¿Y sobre todo, qué le pasaba a Ruth? ¿Qué problema tenía conmigo, que no me había contado que Miriam le seguía el jueguecito? ¿Y la misma Miriam? ¿Por qué me hacía eso? Intenté reprimir mis lágrimas, pero...

—Me cago en todo, ¡joder! —protesté, cubriendo mi cara con ambas manos mientras las lágrimas empezaban a correr por mis mejillas.

Parecía que acabaría deshidratándome de tanto llorar. No recordaba haber hecho nada más, a parte de dormir, desde la noche anterior.

—Mimi...

Ricky se levantó de su silla y escuché como se arrodillaba a mi lado, abrazándome y apoyando su cabeza en mi brazo.

—No me apetece estar aquí —sollocé. —No quiero comer con los demás, quiero irme a casa y...

—Mimi, cariño —la voz de Ana, recién llegada, hizo que me callara brevemente y que levantara la cabeza para observarla.

Llevaba unos shorts grises y una camiseta rosa palo, pijama con el que ahora seguramente sentiría frío, teniendo en cuenta como había bajado la temperatura durante la noche.

—Buenos días —musité.

—Buenos días, dice... —sonrió Ana, agachándose un poco para abrazarme y dejar un beso en mi mejilla. —¿Has podido dormir algo? —preguntó, mientras se sacaba un pañuelo de papel del bolsillo y secaba mis lágrimas con cuidado.

—Algo, pero no mucho... Por eso me he ido, porque no paraba de moverme y no quería despertarte —le confesé. —Ni a ti ni a Ricky, pero a él sí que lo he despertado sin querer al levantarme.

El chico hizo un gesto de despreocupación.

—Podías haberme despertado incluso intencionadamente, que no pasaría nada —explicó la morena, retirando unos mechones mojados de mi cara. —No me hubiera molestado, vamos.

Game Over 🌙 || MIRIAM²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora