Veintiséis

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Freddy había llegado a su casa tan noche, se había perdido en el bosque debido a que no había luz ni anda por el estilo que lo ayudara a guiarse.

— ¡Freddy! — su madre corrió a abrazarlo —, ¿Dónde has estado jovencito?

Apartó la vista, aun estaba conmocionado por la revelación de Fred y ese pequeño ser rosado que lo acompañaba; — En el bosque.

— ¿Qué hacías ahí? ¿Qué te detuvo tanto para que llegaras así de tarde? — preguntó su padre separándose del sillón —.

Freddy no podía mentir. Eso era una pecado, y él un ángel.

— Estaba con alguien.

Su madre lo recordo; — Ese chico, con Demián. Freddy te dije que no te le acercaras, ¿ahora son amigos o algo así?

Freddy desvió la mirada; — No está enfermo. — susurró.

— ¿Qué?

— Él no está enfermo mamá.

— Pero, tu dijiste que sus ojos... Freddy...

— Es un demonio.

En el lugar se desató una atmósfera fría e incomoda, discutieron un rato sobre el tema, Freddy fue castigado y llevaba ya una semana sin ir al bosque. De hecho llevaba una semana sin salir a ningún lugar más que a la a escuela.

Siempre que pasaba en frente de éste (el bosque) deseaba entrar, pero no podía, desobedecería a sus padres, y eso era un pecado.

Y menos mal que el castigo sólo duraba una semana.

Sin mis alas (Freddedy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora