Ochenta y ocho

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Fred abrió los ojos.

Lo primero que vio fue a Freddy, cobijado de la cintura para abajo con una sabana, y de la cintura para arriba con las alas, su brazo estaba justo encima del abdomen del azabache.

Estaban abrazados, y desnudos aún.

Fred abrió los ojos, y jamás en la vida había sido tan feliz. Como hoy.

Sonrió al verlo dormir, sus pestañas adornaban sus hermosos ojos cerrados, su cabello caía por su frente y mejillas de lo largo que estaba. Su piel morena, y perfecta.

Sonrió, y lo miró. Lo miró con amor, con esa mirada que te dice que te vez precioso.

Lentamente Freddy fue abriendo sus ojos, parpadeo varias veces hasta mirar directamente a Fred, y sonreír le; — Buenos días, cariño.

Fred amo siempre ese apodo.

— Buenos días, corazón.

Sin mis alas (Freddedy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora