Setenta y dos

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Freddy corría entre los arbustos, y árboles, se le veía algo preciado.
Ansioso de llegar y ver al azabache.

Llegó al estanque, con la respiración agitada y el sudor corriendo por sus mejillas y cuello.

— ¡Fred!

Gritó al no verlo cerca. Pero no hubo respuesta, así que decidió caminar hasta la cabaña.

En el camino no podía dejar de pensar cosas como qué Fred estaba molesto con él por haberse ido tan de repente.

No servía de nada preocuparse, pasaría lo que tendría que pasar.

Sin mis alas (Freddedy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora