Setenta y seis

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Freddy estaba sentado con la cabeza recargada en el hombro de Fred, ya era muy tarde, era hora de irse.

Se levantó, soltó sus dedos de la mano que tenía entrelazada con la del azabache; — Tengo que irme.

Fred lo miró suplicante de que no se fuera, pero se levantó también; — ¿Volverás mañana?

Y Freddy rió.

— Claro que sí, tonto, ¿como no podría venir a verte? Mi querido Fred.

Y Fred besó su mejilla.

Sin mis alas (Freddedy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora