Cincuenta

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Fred despertó, ya estaba oscureciendo. A su lado se encontraba Freddy recostado boca abajo, cobijado con sus propias alas. Fred se las acarició, con la yema de los dedos, casi como sí no quisiera tocar las.

Una mirada melancólica se poso en su rostro, volvió a recostarse mirando directo al rostro angelical del moreno.

— Freddy... — susurró el azabache moviendo el hombro del mencionado —, Freddy...

El castaño abrió los ojos poco a poco, parpadeo antes de bostezar y tallar sus ojos. Se sentó en el césped y preguntó; — ¿Qué hora es?

— No tengo idea, pero tarde ya es. No debes irte tarde de aquí, ya casi oscurece.

Freddy sonrió mientras se tallaba los ojos; — Tienes razón. — Se levantó estirando sus brazos hacia arriba.

— Te acompaño a la orilla.

Sin mis alas (Freddedy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora