Setenta y siete

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— Fred.

El mencionado miraba la laguna que por alguna razón era de la mitad del tamaño que cuando la vio por primera vez, un poco menos de agua y sería un estanque.

— ¿Qué sucede? — preguntó el demonio sin ánimos, como siempre.

Freddy besó su mejilla y se sentó junto a él; — Podrías al menos mirarme, cariño.

Y Fred lo miró, era una mirada profunda, que calaba en los huesos.

Y Freddy lo miró, era una mirada que te hacia sentir aliviado.

— Sí te miro no dejaré de hacerlo. Por eso no quiero mirarte.

— Pero lo estas haciendo. — habló Freddy acercándose al rostro de Fred.

— Sí, y me encanta — Y cortó la distancia.

Sin mis alas (Freddedy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora