Cuarenta y tres

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Ya habían salido de la cabaña, paseaban por el bosque.

Las alas de Freddy estaban a la intemperie, y cada que pasaba por algún bordo o piedra brincaba e intentaba sacudir sus alas elevándose muy poco antes de volver a caer.

— Ten cuidado. — habló Fred viéndolo aterrizar de pie y cerrando sus alas —, Podrías caerte.

— Yo tengo cuidado. — respondió Freddy caminando hacia atrás sonriendole al azabache —, Tú ten cuidado.

Fred rió, jamás se había sentido tan bien.
O eso pensaba él.

Sin mis alas (Freddedy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora