(THOMAS MORGAN)
El dinero es dinero.
No importa de donde venga, siempre y cuando no sea de manera ilegal.
Eso me he estado repitiendo los últimos ocho meses de mi vida para no cargar con tanta culpa.
El dinero que obtengo no es ilegal. Pero soy menor, tengo diecisiete años, y trabajar de lo que hago antes de los dieciocho, eso sí lo es.
Pero eso ya no me importa. Y a mis clientes tampoco les importa. Les importa si soy bueno o no en mi trabajo. Y vaya que lo soy.
Siempre y cuando todo esté bien, nada sucederá. Hasta ahora no he tenido problemas, así que la situación está controlada y eso es perfecto.
—Toma. Cuatrocientos por el trabajo —la mujer comienza a colocar los billetes en mi palma extendida frente a la puerta de salida. Mi otra mano sostiene el pomo de la puerta esperando salir a toda velocidad de aquí. Por eso y porque estoy en parte algo mareado—. Y cincuenta más por lo extra, cariño. Gracias. Te veo pronto.
Al menos esos cincuenta hacen valer la pena los mareos que siento gracias a su sugerencia que me obligó a aceptar.
Estas personas no quieren sentirse mal por la culpa a solas y te llevan a cometer el mismo pecado.
Asiento con la cabeza en señal de respeto, aunque en verdad sienta todo menos eso.
Regla súper mega importante: ser amable aunque no quieras serlo. Eso atrae más clientes.
—Nos vemos dentro de unos días —hablo con frialdad. Trago saliva con fuerza. Los mareos no son tan intensos pero de vez en cuando veo a dos señoras Scott.
—Sabe que no rondare por el barrio hasta luego de unos días. Me voy de vacaciones.
Aun no sé por qué no las tuteo. Las cosas que hago por ellas me dan derecho a llamarlas como se me cante la gana, e incluso algunas me lo piden en esas situaciones, pero fuera de eso, no les hablo como si estuviéramos intimando.
La señora Scott estira sus labios en una sonrisa que intenta ser picarona pero sale más bien torcida dejándola patética. No es tan vieja, solo tiene treinta y pico, pero su rostro luce un poco antinatural y aunque puede parecer bonita de una manera elegante y formal, yo odio ver su cara. Es superficial y desprende riqueza. Demasiada riqueza.
—No te preocupes, querido. Necesitas unas vacaciones. Diviértete y vuelve con todo —espeta sonriendo.
Brindándole una mueca, me alejo de allí. Camino dos cuadras hasta llegar a mi moto. Lo saco de entre los arbustos y quito el candado que lo ataba a un poste escondido entre las hojas.
Me siento y a punto de encender e irme lejos y preparar las cosas para mi viaje, tomo mi celular y miro los mensajes.
Tengo dos celulares. Uno para mi trabajo, y otro para mis amigos, mis ligues y para mis padrastros. Dejo el primero aun guardado en la chaqueta y miro los mensajes del otro.
Enfoco mi vista en los mensajes con dificultad. Leo a duras penas los mensajes que dejaron mis amigos en el grupo que tenemos.
¿Justo ahora se le ocurría a la señora Scott experimentar?
Valentino: estamos saliendo, nos encontramos en la estación que esta frente al supermercado de la asiática que Matías dijo que era sexy.
Matías: Uff, díganme que pararemos lo suficiente como para que pueda coquetear con ella.
Yo: allí estaré.
Inhalando con fuerza, enciendo la moto y me dirijo a casa luego de haber guardado el celular.
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A Prueba De Ti [T#2]
RomanceNadie elige de quien enamorarse, porque créanme que, si así fuera, la mayoría elegiría a una persona diferente. Eso me sucedió con ella. No debía enamorarme, pero pasó y no pude evitarlo. Cuando la vi por primera vez, supe en ese mismo instante que...