(FRANCESCA BOWEN)Algo sucedió esa madrugada con Thomas y conmigo hace cuatro días. Como si hubiéramos hecho las paces con nosotros mismos.
No nos hemos despegado del otro. Hemos hablado sin parar de cosas triviales con la mayor comodidad. Y ahora, mientras vamos a una feria de artesanías, caminamos juntos.
Lo peor es que los chicos nos ven como si tuviéramos cuatro cabezas. Como si fuera imposible que Thomas y yo volviéramos a llevarnos bien. Seguro piensan que perdimos la cabeza, pero la verdad, es que estar con Thomas como si fuéramos mejores amigos, me hace extrañar nuestra relación de hace tres años. Me hace sentir nostálgica y eufórica al mismo tiempo. Cómo si no hubiéramos perdido del todo nuestra relación, porque al menos, ahora somos amigos.
Incluso sentarnos en el columpio de madera en la noche se volvió algún tipo de ritual en estas vacaciones. En las últimas noches, no hacía falta decir algo para saber que nos encontraríamos en el jardín. A veces yo lo encuentro allí, vamos juntos, o él llega tarde y se limita a sentarse a mi lado. Yo finjo llevar un libro, leo la misma línea un par de veces hasta darme por vencida y luego me acerco a Thomas, y como si fuera algo automático, solo alza su brazo para mí permitiéndome amoldar mi cuerpo contra el costado en su cintura. Acaricia mi brazo distraídamente mientras le cuento sobre mis padres, su divorcio y el nuevo novio de mi madre, o sobre mis amigos y mis estudios o, él me cuenta acerca de la universidad, Daniel, sus padres o el trabajo que tiene en la biblioteca de Sunset. Durante estas noches, nos hemos puesto medianamente al día sobre estos últimos años.
Y debo decir que cada noche, estoy menos segura de los muros que mantengo. Con cada noche, con cada hora, palabra o mirada, una pared se derrumba y mi corazón me dice, cada vez más insistente, que me entregue a él. Pero el miedo que golpea en mi mente me dice que no vale la pena volver a arriesgarse. Que ahora estamos bien, pero el futuro es incierto, y es probable que, si volvemos a lo de antes, el futuro sea más aún caótico que si no lo intentamos.
Trato de ignorar a ambas: corazón y mente. Solo me dejo llevar sin pensar, pero tampoco metiendo mucho a mis sentimientos. Sé que quiero pasar tiempo con él, y mientras no caiga ante él o lo rechace por completo, todo estará bien.
En la feria compro un bolso tejido y también un helado mientras que Thomas bebe jugo de naranja natural en un vaso más grande que su cabeza. Yo lo miro, divertida, pero no digo nada. El grupo se separa para que cada uno haga lo que quiera. Decidimos encontrarnos todos en dos horas frente a la entrada.
Thomas y yo nos miramos secretamente y no hace falta decir que ambos vamos juntos. Ni siquiera lo decimos. Yo camino hacia una tiendita que ofrece cremas corporales a base de productos naturales, y no me inmuto cuando lo siento detrás de mí.
Los recuerdos del día en que ambos fuimos a una feria y nos regalamos cosas tontas y cursis hace tres años me invaden de repente cuando él me compra un libro de segunda mano que necesito para la universidad, y yo hago lo mismo cuando él fija su mirada en un libro de Lacan. En algún momento, llevo mi mano al collar que me regaló y lo recorro con mis dedos. Volví a ponérmelo hace un par de meses cuando me convencí a mí misma de que solo me gustaba el dije y nada más. Ahora sé la verdadera razón.
Me doy cuenta que a pesar de los años y toda la distancia que traté de poner entre los dos, mi corazón sigue acelerándose por él, mi respiración cambia por su mirada, y mi cuerpo tiembla y se estremece ante su voz o su toque. Mi corazón no dejó de amarlo, no cambió en absoluto, solo trató de esconder sus sentimientos esforzándose en amar a otra persona. Y aunque llegó a amar, la magnitud con la que mi corazón ama y prefiere a Thomas, será por siempre más fuerte, más grande y más poderoso. Llevó mucho tiempo darme cuenta, pero es la verdad. Es refrescante admitir ciertas cosas que antes negabas, pero es doblemente difícil decidir que hacer con esas certezas después.
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A Prueba De Ti [T#2]
RomanceNadie elige de quien enamorarse, porque créanme que, si así fuera, la mayoría elegiría a una persona diferente. Eso me sucedió con ella. No debía enamorarme, pero pasó y no pude evitarlo. Cuando la vi por primera vez, supe en ese mismo instante que...