☀️(43) Siempre has sido el que más siente de los dos

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(THOMAS MORGAN)

Abro mis ojos con lentitud cuando siento un brazo rodear mi cintura.

Tengo calor. Pero no es el calor tormentoso de estar enfermo con la fiebre calentando mis venas. Sino más bien el calor de estar envuelto en sabanas junto a un cuerpo sudado encima del mío.

Un perfume dulce a flores que reconozco demasiado bien impregna mi nariz y entonces me incorporo de golpe cuando los recuerdos me inundan.

La cabeza de Francesca cae sobre la almohada con brusquedad ante mi arrebato. Suelta un jadeo de sorpresa y sus pestañas revolotean al momento en que sus ojos se abren. Se congela al encontrar mi mirada encima de la suya. Estoy sentado y ella me copia nivelando sus ojos a los míos. Su rostro aun tiene rasgos adormilados y una marca en su mejilla destaca dejando en claro que tuvo un sueño profundo.

—Um...Hola —dice en voz baja.

Debería sentirme avergonzado y humillado. Ella estuvo en una de las partes que nadie excepto mis padres y Luke vieron. Ni siquiera Valen cuando vino a traerme un par de cosas, entró. Porque no se lo permití. Pero Francesca no aceptó un no por respuesta y se quedó. Aquí. Conmigo. Mi pecho se calienta ante ello. Y aunque me siento avergonzado porque se que dije algunas estupideces, no me siento débil o un jodido maricón ante el hecho de que estuvo cuidándome.

Pero algo me insta a alejarme. Una voz profunda haciendo eco en mi mente, pero la aparto. Me dije que la noche en que desapareció mientras estaba en el baño, que le diría parte de mí. Le mostraría que si confiaba en ella.

Así que lo haré. Poco a poco.

Acaricio su mejilla con mi palma. Francesca salta ante el gesto, pero rápidamente se recupera y hunde más su rostro en mi mano. Calidez me invade y sonrío. Acomodo ambas manos en mi regazo.

—Gracias por estar aquí. De verdad. Me pone muy...bien —me atrevo a decir.

Las mejillas de Francesca se vuelven rosadas y su mirada se torna brillosa y juguetona.

—Que amable y considerado estás, ¿seguro no se te subió la fiebre? —lleva su palma a mi frente, comprobando mi temperatura. Antes de quitarla, rodeo su muñeca y desciendo hasta mis labios. Beso su piel con suavidad sin apartar mis ojos de los suyos.

—De verdad, Fran. Te lo agradezco. Mucho.

Francesca abre la boca para responder, pero es interrumpida por la puerta abriéndose. Mi madre entra y se detiene cuando nos ve con las manos entrelazadas. Francesca retira su mano de mi toque, avergonzada. Sonrío interiormente.

—Cariño, ¿estás mejor? —mamá irrumpe en mi cama y casi se abalanza sobre mí. Mamá siempre fue conocida por no respetar el espacio personal. Toma mis mejillas con sus manos suaves e inspecciona mi rostro—. ¿Ya te sientes mejor? ¿Te duele algo?

Saco sus manos con lentitud de toda mi cara—Mamá, me encuentro mejor. No te preocupes.

Su semblante cae de alivio. Sus ojos se ven preocupados por mí y por cosas como esta es que sé que Nicole me ama como si fuera de su misma sangre.

—Ya lo comprobé. No tiene fiebre —dice Francesca que ya se encuentra de pie frente a la cama—. Y la pomada que me diste ayudó bastante. La mayoría de los sarpullidos han desaparecido. Está mejorando.

Mis ojos se deslizan a los de Fran, pero no está viéndome directamente, sino más bien nos observa, ensimismada dentro de su propia mente. Tiene una sonrisa débil en sus labios y sus ojos brillan, pero no se la razón. Se ve anhelante.

Nicole también la observa y cuando traslada su vista a mí, me dedica una mirada cómplice y picarona. Me guiña el ojo.

—Cuidaste muy bien de él, Fran. Te lo agradezco —Francesca se sonroja ante las palabras de mamá, pero asiente—. Los dejaré solos. Te traeré el desayuno, Thomas. Fran, estás invitada a comer hot cakes.

A Prueba De Ti [T#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora