☀️Prólogo

4.2K 171 81
                                    

La razón de las razones.

11 DE ENERO (exactamente hace dos años, ocho meses y doce días)

Duele cuando quiero sentarme.

Malditamente duele como el infierno.

Que chistoso.

El dolor es cómicamente similar al lugar donde me encontraba: el infierno. Estando al cuidado del mismísimo satanás.

A pesar de que pasó casi más de un mes, todavía tengo algunos moretones en ciertas partes del cuerpo.

Papá se tomó muy enserio la tarea de dejarme marcado.

La parte trasera de los muslos arde cuando quiero sentarme al igual que el hombro derecho cuando intento levantar el brazo para copiar la tarea que la profesora de lengua escribe en el pizarrón.

Por suerte, las heridas no se notan a simple vista. Excepto la de la cara... bueno, con respecto a ese moretón no me queda nada por hacer.

Un cardenal en forma curva se extiende desde mi sien hasta el final de la mandíbula. Ese ya no duele tanto, así que puedo hablar con tranquilidad.

De igual forma, no conozco a nadie en este nuevo curso. No hay nadie decente con quien quisiera entablar una conversación. Así que también me ahorro un poco la molestia que siento cuando hablo demasiado.

Debido a mi estúpido padre, tuve que faltar las dos semanas previas a las vacaciones de invierno y no pude inscribirme en clases donde solía estar con mis amigos. Ahora me encuentro en lo que yo digo "las sobras" porque la mayoría de las personas que se encuentran aquí, lo están por uno: no haberse inscripto a tiempo; dos: directamente ni siquiera se inscribieron; y tres: son estúpidos antisociales que no tienen amigos en las otras aulas.

— ¿Puedo sentarme aquí?

Perdido en mis pensamientos, no presté atención cuando un chico rubio y de ojos celestes entró al aula. Ahora este tipo quiere sentarse a mi lado. La mirada tonta y bonachona que me da hace que quiera golpearle en la cara. Esa piel cremosa y blanca sin ninguna cicatriz me produce algo que me carcome por dentro. Yo tengo marcas que describen mi vida. Marcas en mi cuerpo que no me hacen sentir bien conmigo mismo. A kilometros se puede ver que este chico no ha sufrido en lo absoluto en toda su vida.

No, no quiero que te sientes aquí, ¿Qué acaso no ves que esta mi mochila?

Quiero decir eso, pero no tengo ganas así que espero que mi mirada comunique lo suficiente.

Como no se retira, bufo y de mala gana, levanto la mochila del asiento con mi brazo bueno. Aun así, jadeo de dolor. Olvidé la costilla fracturada.

—Gracias —el chico se sienta y suspira, cansado— ¿Cómo estás? Me llamo Valentino, ¿y tú? —no contesto y prosigue—. No te he visto nunca en esta clase, ¿olvidaste inscribirte?

¿Este tipo es tonto? ¿Qué acaso no ve que prácticamente tengo escrito en la frente que no quiero hacer amigos?

—¿Estás herido? —pregunta.

Finalmente lo miro. Supongo que no disimulo muy bien las dolencias.

—¿Por qué lo dices? —entorno los ojos.

—Em —sonríe, nervioso—, es que te vi hacer cara fea al levantar la mochila —apoya la cabeza en su palma y me mira directamente—. O es muy pesada para ti, o estás realmente herido. Yo creo que es la segunda, veo que eres bastante grande como para no poder levantar una simple mochila ¿Juegas algún deporte pesado? Yo estaba pensando en jugar futbol americano. Oí que consigues muchas chicas con eso —sonríe y me golpea el hombro en forma juguetona.

A Prueba De Ti [T#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora