XXXI

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Lia

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Lia

Estaba de pie frente a la puerta de Zain. Llevaba unos minutos debatiendome en entrar o no, no sabía en que estado estaría y eso me preocupaba.

A paso lento me dirijo hasta el pomo abriendola despacio y con algo de temor. Fijé mi vista en un punto exacto de la cama.
Caminé hasta llegar a su lado. Se veía pacífico mientras su pecho subía y bajaba lentamente. Tenía un moretón en su pómulo y otro en su ceja.

— Hola — Murmuré por lo bajo y me senté cerca de él, a su lado para ser exactos. Pose mi mano en su cara sintiendo la calidez que emanaba — Perdoname — Sollocé — Esto, todo esto es mi culpa. No sabes como lo siento, te dije que dejaras irme. Solo te cause problemas — Murmuro sorbiendo mi nariz. Me acosté de lado de el tomando su mano abrazandola contra mi — Despierta y dime que todo estará bien. Te necesito.

Traté de acomodarme evitando moverle a el y lastimarlo. Me sentía pequeña e indefensa sin él, lo llegué a querer aún no sabiendo que era eso. El es el hombre que hasta ahora me descolocaba tan solo con verme con esos magníficos ojos y ahora estaba privada de verlos.

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Zain

Sentí profundos e intensos dolores en todo mi cuerpo. La sensación era terrible y para ser un hombre lobo esto de verdad dolía horrores.

Acostumbré mis ojos a mi alrededor observando todo con cautela, el espacio me era conocido hasta que mi vista se posó en una risada cabellera pelirroja a mi costado con mi brazo pegado a ella. Lía yacía dormida junto a mi.

— Lía — Murmuré y mi voz no se encontraba igual, salía tosca, rasposa y pesada — Lía — Volví a murmurar junto a ella.

Intento abrir los ojos lentamente al principio se levantó mirándome luego, sus ojos se abrieron en total sorpresa y subió encima mío abrazandome. Me quejé levemente por la opresión a mi costado donde de reojo vi que una venda estaba atada a mi.

— Discúlpame — salió de encima mío — Estás bien, estas aquí, vivo, conmigo — Murmuró emocionada mientras su ojos se cristalizaron y ella se negó a soltar una lágrima cuando la primera descendió y ella la limpió rápidamente.

— No te preocupes — Me incorporé en la cama como pude quedando recostado del espaldar mientras ella me miraba con impresión.

— Todo esto que paso, yo sabía..

— No tienes la culpa, Aquí el único culpable es el, no tu.

— Si pero si no hubiese salido sin alguien no me había sucedido esto — Murmuro.

— Ven — Ella me miro y luego a mi herida — estaré bien, ven — Dudosa se acercó a mi acomodándose al otro costado mío — Tu no eres culpable de nada, el solo quería hacerte daño. Gracias a la Diosa estas sana — Murmuré y besé su frente.

— Estoy feliz de que ya estemos juntos  — Tomé su mano donde estaba la pequeña joya y la envolví en mis dedos.

— Yo estoy feliz de que tu estés bien — murmuró.

— En cuanto a los dos, yo.. — comenzó diciendo.

— Buenas — Entro mi padre con un ceño fruncido y cara preocupada — Lamento interrumpirlos —  sonríe.

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