~Charla
Zain Sokolov
Estaba de pie frente a su puerta desde hace más de media hora. Su aroma me impacto desde que entré al pasillo.
Envolvente, dulce y llamativo.
Escuchaba sus pasos por la recamara y eso hacía que mi corazón latiera aún mas rápido de lo normal. Moría por entrar allí pero, no quería que me dijera que se quería ir otra vez. Mi lobo no soportaba escucharlo.
Toqué la puerta y los pasos se detuvieron. Respiré una vez el aroma impregnado de ella que desprendía la puerta y me encontré con su mirada fijamente. Un destello de miedo cruzó por ellos algo que a mi lobo afecto inmediatamente, por lo visto se había cambiado y estaba mas hermosa que antes.
— ¿Puedo hablar contigo? — Susurré audible para que me escuchara. Sus rizos pelirojos se movieron en un asentimiento un tanto indeciso y luego de eso me dejó pasar — No quiero que me temas. Se que traerte en contra de tu voluntad no está bien pero, hay cosas que aún no te he dicho y no sabes. Estoy buscando la manera de que lo comprendas más fácil eso solo va a pasar si tienes paciencia, y me permites mostrarte.
Ella mantiene la mirada y luego carraspea leve pasando un mechón de pelo detrás de su oreja evitando mirarme.
— Si querías hablar conmigo lo tenías que haber hecho antes de traerme aquí y no reclamarme de tal manera — habló por primera vez.
— Quisiera tiempo para poder explicarte las cosas, te juro que no voy a dañarte, si no ya lo hubiese hecho ¿no crees? — Ella me miro dudosa mientras movía sus dedos en sus rodillas, bajó la mirada y su cabello cubrió parte de su cara — Es difícil confiar en un desconocido pero ¿Podrías intentarlo?
— Si eso aclarará mis dudas, te daré él tiempo que necesites — Levantó su mirada hacía mi — Solo no quiero estar encerrada. Nunca más — En ese momento quería abrazarla, pero sabía que debía controlarme. Internamente mi lobo se removió incómodo por el solo hecho de tenerla al frente.
— Es hora de la comida ¿Quieres bajar a comer conmigo? — Pregunto.
— No.
La observo unos largos segundos cuando comenzó a jugar con un mechón de su pelo y justo ahí me reiteraba lo afortunado que era de tenerla conmigo luego de tantas décadas.
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