10. ¿Lo dejaron ir?

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Era lunes, una semana después de que los chicos hubieran sido atacados por el Carnero del aura gris perla. Lorena se encontraba en su salón de clases. Había llegado inusualmente temprano, pero no le importaba. Tenía muchas cosas en qué pensar después del ataque de la semana pasada. Habían sucedido muchas cosas aquel día. El Carnero había escapado antes de que Marco, José Luis y Adriana pudieran atraparlo y habían descubierto que el escudo de Gabriel no era infalible.

Aquello era lo que más había preocupado a todos. ¿Cómo era posible que el escudo de Gabriel se desactivara en ciertas ocasiones? No se habían puesto a pensar en aquello a pesar de que todo mundo había estado presente en otra ocasión en la que Marco había usado la magia sobre el chico supuestamente inmune a ella.

Pero todavía más importante para ella era que no había vuelto a ver al muchacho que la había impresionado la semana pasada. No había querido comentárselo a sus amigos, ni siquiera a Gabriel, y en ese momento parecía que había tenido razón al no hacerlo. ¿Cómo se explica que te gustó un chico que un día esta ahí y al siguiente ya no está? Había visto a algunos de los que creía eran sus compañeros, pero de él no había habido ni el menor rastro. ¿Acaso se lo había imaginado?

—¡Lorena! ¿Qué haces tan temprano? —le preguntó la voz de Marco interrumpiendo sus pensamientos.

La joven levantó la cabeza. Marco se veía contento y tranquilo, cosa que no había hecho durante la última semana. Aquello días había estado retomando su actitud sobreprotectora sobre Gabriel.

—¿Te pasó algo el fin de semana? —preguntó la muchacha ladeando la cabeza.

—No mucho —respondió el chico—. Solo comenté el problema de Gabriel con Octavio y él me hizo ver algo en lo que no habíamos pensado.

—¿Qué? —preguntó con interés Lorena.

—Las dos veces que he utilizado la magia sobre Gabriel él se encontraba terriblemente débil, casi al borde de la muerte —la voz le falló al decir esa palabra, pero continuó—: No parece tan extraño que en ocasiones como esa su escudo no se active. El gasto de energía que eso implicaría podría mandarlo realmente al otro mundo.

La joven Oranday sopesó aquella teoría. Le parecía algo lógico una vez que Marco la propuso, sobre todo porque iba de acuerdo con la manera en que se habían dado los acontecimientos en ambas ocasiones.

—No parece que eso te tranquilice —comentó Marco.

—Sí, por supuesto que sí —respondió la muchacha—. Tengo otras cosas en las que pensar.

—¿Cuáles? —inquirió el joven.

Lorena guardó silencio ante aquella pregunta. No, en verdad no se sentía cómoda intentando explicar que le había gustado un chico que luego parecía no existir. O quizás era un chaval que había ido a visitar a alguien de la escuela y el cual por lo tanto no sabía si volvería a ver. Lo mejor que podía hacer sería olvidarse de él.

—Nada de lo que tú tengas que preocuparte —le respondió Lorena intentando sonar amable.

—A veces es bueno compartir lo que uno siente —le señaló Marco.

—¿Como lo que tú sientes por Gabriel? —preguntó la chica alzando las cejas.

El joven maestro Alejandrino adquirió un color rojo impresionante, con lo que su amiga no pudo evitar soltar una carcajada. El joven Martínez ya sabía que no podía esconder sus sentimientos de ella.

—Eso es diferente —repuso Marco sin dejar de estar azorado.

—¿Cómo estás tan seguro? —inquirió la chica de una forma más bien retórica.

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