32. Alejandrino o Carnero

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—Has estado muy rara últimamente, ¿sabes?

Lorena levantó la vista para poder ver a Gabriel directamente a los ojos. O al menos lo intentó. No podía estar segura de que su amigo le estuviera regresando directamente la mirada con aquellos lentes oscuros que Marco le había prestado después del entrenamiento de la mañana. El chico de aura azul había usado una gran cantidad de su energía al teletransportarse hasta algún barrio de Seúl y luego de regreso a México.

—Sabía que no debía haberlo intentado —dijo totalmente colorado a su regreso.

Aquello les había parecido bastante cómico a sus amigos con excepción del joven maestro Alejandrino, pues opinaba que en un lugar tan distante no había forma de que se aseguraran de que nadie había visto aparecer y luego desaparecer al chico de aura azul. Gabriel lo negó diciendo que había aparecido en un callejón vacío, pero eso no quitó la preocupación de Marco. Sin embargo, al no poder seguir expresándola directamente terminó por reclamarle de que hubiera hecho aquello después de que se hubiera negado a practicar la teletransportación en el pasado.

—Pues ahora sí tenía ganas de probar —repuso Gabriel mientras su rostro se ponía rojo—. ¿Qué tiene eso de malo?

Tras esa pregunta fue que finalmente el chico de aura verde había decidido no proseguir con la discusión. De esa forma, intentó hablarle lo menos posible mientras siguió molesto y solo se dirigió hacia él para darle las gafas antes de salir de casa de Octavio.

—¿Me vas a decir algo al respecto? —le preguntó Gabriel a Lorena obligándola a concentrarse en el presente.

Los dos chicos se encontraban sentados en sus asientos habituales en el salón de clases. La gran mayoría de sus compañeros, entre los que se contaban el resto de sus amigos, habían salido fuera aprovechando un momento que tenían libre entre clases.

—He estado pensando en Cristóbal —respondió la muchacha seriamente.

—Bueno, sería difícil no pensar en él considerando que diariamente busca la manera de saludarte y preguntarte cómo estás —opinó el chico Costa con una gran sonrisa.

Mientras recordaba cómo Cristóbal se le había estado acercando todos aquellos días, Lorena no pudo evitar sonrojarse. Al principio el muchacho lo había hecho con una gran carga de nervios, pero poco a poco se iba haciendo más seguro de sí mismo. Ella sabía que él se sentía un poco tonto al solo preguntarle cómo estaba, pero aunque había querido ayudarlo buscando un tema de conversación no había podido hacerlo, ya que cuando veía a Cristóbal y sus profundos ojos cafés perdía completa noción del mundo. ¿Qué importaba de esa manera si solo charlaban de cómo estaban?

—Pero cuando estás con él luces bastante feliz —comentó Gabriel pensativamente—. En cambio ahorita...

Al escuchar las palabras de su amigo la chica Oranday soltó un gran suspiro. El joven tenía razón, pues en esos momentos la felicidad no era algo que acompañara a sus pensamientos.

—Me pregunto si sería buena idea llegar a andar con él sabiendo que soy una Alejandrina y que podría ponerlo en peligro por eso —se sinceró la muchacha.

—Creo que te preocupas demasiado —opinó el chico Costa—. Como te veo ponerte cada vez que él está cerca diría que hay una conexión especial entre ustedes. No creo que una conexión así se establecería si no fuera porque no estén destinados a estar juntos.

Lorena miró a su amigo con un poco de incredulidad y condescendencia, sin poder evitar sonreír ante sus palabras.

—¿Alguna vez dejarás de ser un soñador empedernido, Gabriel? —preguntó la joven de aura lila.

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