33. Amarillo

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—Tranquila, Lorena, encontraremos una solución.

—¿Cuál solución, Gabriel? —inquirió la chica entre sollozos—. ¿Cómo va a haber una solución a esto?

—Siempre hay una solución para algún problema, amiga, recuérdalo. Si no hay solución entonces no hay problema —afirmó el joven Costa.

La joven de aura lila quería creer en lo que le decía su amigo, pero de ningún modo esas palabras conseguían tranquilizarla. Ambos chicos y Marco se encontraban cerca de las canchas de la escuela, en una pequeña área verde rodeada de árboles y arbustos. Se habían dirigido hacia allá después de que el chico Martínez regresara al salón de clases junto con sus otros amigos y Gabriel le dijera que necesitaban hablar con él.

—Y supongo que también con Cristóbal, así que debo mandarle un mensaje. Creo que el jardíncito que está cerca de las canchas puede ser un buen lugar —había dicho el muchacho de aura azul.

Marco se había mostrado confundido al principio, pero de cualquier manera había aceptado acompañar a sus dos amigos al lugar. Seguramente el ver a Lorena afectada lo había convencido de que cualquier cosa que quisieran platicarles sus amigos era realmente importante.

Llegar al lugar que el joven Costa había elegido les tomó muy poco tiempo. Una vez seguros entre los árboles, donde nadie podría escucharlos y muy poca gente podría verlos al encontrarse sentados sobre el pasto, Gabriel se dedicó a contarle a su amigo lo que había sucedido con la visita que les había hecho Felipe. Quizás esperaba que Lorena interviniera en la conversación, pues la volteó a ver en diversas ocasiones, pero ella sentía que si abría la boca las emociones que sentía se desbordarían.

—¡Estamos metidos en un lío gordo! —expresó Marco cuando Gabriel terminó de platicarle la situación—. No veo cómo podríamos salir de esto.

Fue entonces cuando Lorena se había quebrado y había comenzado a sollozar. Si Marco, quien era su maestro Alejandrino, no tenía idea de cómo podían solucionar aquello, tal vez era que no había forma de arreglarlo.

El consuelo que intentaba darle el chico de aura azul a su amiga no estaba funcionando.

—¿Y para qué le pediste a Cristóbal que nos alcanzara aquí? —preguntó Marco después de que Gabriel hubiera dicho que para todo problema debía haber una solución.

—Yo creo que deberíamos platicarle las cosas a Cristóbal —le contestó el otro muchacho—. Sé que no puedes entrenarlo en este momento, pero quizás si lo ponemos sobre aviso...

—Estaría en más peligro, y lo sabes, Gabriel —fue la respuesta de Marco. Sin embargo, no sonó como un regaño, sino más bien parecía que el joven Martínez estuviera deseando equivocarse en esa declaración.

Los tres chicos se quedaron en silencio, con excepción de los sollozos que Lorena no podía controlar. Gabriel la sostenía de la mano, pero eso no parecía estar ayudando en nada.

La chica se pasó la mano que tenía libre por la cara, limpiándose un poco las lágrimas que habían comenzado a derramarse. Tal parecía que no había forma de evitar que Cristóbal se volviera un blanco para los Carneros, ya fuera que quisieran reclutarlo o fueran a atacarlo por saber demasiado. O por volverse un Alejandrino, si era posible que encontraran alguna manera de que milagrosamente Marco pudiera seguir entrenándolos a todos ellos junto con Cristóbal.

Además, ¿realmente el joven que le gustaba estaría listo para esa vida?

—Lorena, ¿estás bien?

La chica alzó la cabeza al escuchar aquella voz, aunque ya sabía de antemano de quién se trataba. Solo había una voz en el mundo capaz de remover su corazón de aquella manera. Sin embargo, ver a Cristóbal ahí, sintiendo la preocupación que emanaba de él, la hizo sentirse aún peor al pensar en todo lo que iba a tener que pasar por culpa de ella. Personalmente no se arrepentía de haberse vuelto una Alejandrina, pues sentía que ese siempre había sido su destino debido a su don. Sin embargo, al contemplar a Adriana, a Vanya y a José Luis; viendo cómo luchaban con sus relaciones amorosas y lo reticente que aún se mostraba la primera con respecto a la magia, le hacía ver que aquel no era un camino que cualquiera debiera recorrer. Sencillamente no podía pensar ponerle esa prueba al joven que hacía latir su corazón.

Libro AmarilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora