21. Viaje al centro

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Gabriel despertó con la luz del sol cayendo sobre su rostro. Se sintió muy a gusto con aquello, ya que el sol transmitía una sensación de calor que le recordaba que la primavera estaba cada vez más cerca. Se estiró lo más que pudo sobre el lecho en el que se encontraba antes de darse cuenta de que ahí había algo extraño. Él nunca despertaba con el sol cayendo sobre él.

Se incorporó a medias sobre la cama e inmediatamente recordó dónde se encontraba. O más bien en primera instancia recordó dónde debería encontrarse, pues en aquel momento notó que estaba acostado en la cama de Marco mientras que este último se encontraba despatarrado sobre el colchón que se encontraba en el suelo. Sintió el impulso de despertar de un grito a su amigo, pero antes de que pudiera hacerlo lo detuvo la imagen que estaba contemplando. Marco se veía bastante lindo y apacible durmiendo. O al menos así le pareció al chico Costa, quien haciendo el menor ruido posible bajó de la cama y se acostó en un espacio libre del colchón para poder observar al otro muchacho de cerca.

No supo cuanto tiempo estuvo así, pero podría haber seguido así más tiempo si no hubiera sido porque el celular de Marco comenzó a sonar. Gabriel supuso al principio que aquello sería una alarma que el joven habría puesto para despertar a una hora determinada, si bien resultaba algo raro que lo hubiera hecho en un domingo tras una fiesta.

En cualquier caso, el joven Martínez abrió los ojos perezosamente y no totalmente. Pareció sorprenderse de encontrar a Gabriel a su lado, pero no hizo ningún comentario mientras estiraba su brazo hacia donde había dejado el móvil la noche anterior. El muchacho de aura verde lo tomó y pareció confundirse al mirar la pantalla. Después de eso apretó el botón de llamada y se colocó el teléfono en la oreja.

—Bueno —dijo el chico bastante adormilado—. ¿Ricardo? ¿Cuál Ricardo?

Gabriel no alcanzó a entender qué decía la voz al otro lado del teléfono, pero intuyó que se trataba de Ricardo Cerezo, consejero Alejandrino de la zona de México cuando Marco pareció hacer un esfuerzo por concentrarse en lo que le decía la voz al otro lado del teléfono.

—Por supuesto —contestaba el joven—... Comprendo... Sí, supongo que podría encargarme de ello hoy.

—¿Qué sucede? —preguntó Gabriel cuando Marco colgó.

—Me acaban de asignar una misión —contestó Marco frotándose el rostro con su mano—. Ricardo Cerezo dice que algunos Alejandrinos le han informado que han estado ocurriendo extrañas cosas aquí en México y, dado que decidí no entrenar al chico en Inglaterra, quizás pudiera encargarme del caso y mientras más rápido lo haga mejor.

—¿Fuer por eso que le dijiste que podrías encargarte de ello hoy? —inquirió el chico Costa.

—Así es —respondió Marco volviéndose a recostar en el colchón—. Por cierto, ¿no estabas tú sobre la cama?

Gabriel consideró por un momento reclamarle con enojo a su amigo por lo que había hecho, pero llegó rápidamente a la conclusión de que no valía la pena.

—Así que fuiste tú. ¿Por qué hiciste eso? —interrogó el chico de aura azul tranquilamente.

—Te dije que te tocaba la cama —contestó despreocupadamente Marco—. Sí que tienes el sueño pesado, ¿eh?

—¿Por qué lo dices? —preguntó Gabriel repentinamente confundido.

Para su sorpresa, Marco se sonrojó.

—Bueno, nunca había intentado controlar el aire para levantar a una persona, ya que lo normal es que levante directamente a la persona con ayuda de mi aura. Pero evidentemente eso no iba a funcionar contigo —explicó Marco apenado—. Eso hizo que al principio solo consiguiera alzarte un poco antes de que volvieras a caer. Te tiré varias veces antes de poderte colocar sobre la cama.

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