18. Quiero entrenar

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—Oye, hay otra cosa que quiero hablar contigo —expresó Lorena de repente adquiriendo una expresión sumamente seria.

La chica Oranday y el resto de sus amigos con excepción de Chelis, quien se encontraba en el salón en compañía de Xóchitl; se hallaban juntos en el pasillo aprovechando un tiempo libre que tenían antes de su última clase.

—Si es sobre el asunto... —comenzó Marco mirando de reojo a Gabriel—, mejor olvídalo.

—No es sobre eso —repuso Lorena frunciendo ligeramente el entrecejo. Aparentemente la había ofendido la insinuación de su amigo—. Es sobre nosotras y nuestro entrenamiento.

Todos parecieron sorprenderse con aquella declaración.

—Me temo que no te entiendo, Lorena —contestó Marco confundido—. Supuestamente su entrenamiento terminó en el momento en que Hiroshi les entregó sus Aliquam lapides.

—No —negó con convicción la chica. Evidentemente había estado pensando un rato en aquello—. Él dijo que estaba a consideración tuya el decidir si necesitábamos más cosas para trabajar y, de hecho, cuando estabas a punto de irte a Inglaterra nos dijiste que aún nos quedaban cosas por pulir.

—Pero eso pueden hacerlo por ustedes mismas —contestó Marco.

—No sin la guía necesaria —repuso Lorena.

—En eso tiene razón —coincidió Gabriel apoyando a su amiga.

—Además, nos prometiste que nos enseñarías algunos encantamientos de segundo nivel —continuó la muchacha con seguridad—. ¿Es qué acaso nos piensas dejar con el uso de la magia en el primer nivel?

—Ya les dije que no tiene mucho caso que aprendan magia de segundo nivel cuando la mayoría de los encantamientos tienen un contraencantamiento —repuso el joven maestro Alejandrino.

—Pero entonces si nos serviría —interrumpió Vanya mientras se rascaba distraídamente la barbilla—. Para que no nos pase como estuvo a punto de pasarnos cuando Belial nos encerró en ese círculo de fuego. Digo, no podemos esperar que siempre estemos juntas para recurrir a la convergencia cada vez que lo necesitemos.

—Es cierto, si lo que dices es verdad necesitamos aprender los contraencantamientos necesarios para poder enfrentarnos con los Carneros —reafirmó la joven Oranday.

—Supongo que tienes razón —aceptó finalmente el muchacho Martínez—. Bueno, ya que no me voy a Londres podremos ver qué podemos hacer al respecto.

Tras esa respuesta Lorena se sintió satisfecha, pero también ligeramente incómoda. Tardó un momento en darse cuenta de que aquel sentimiento provenía de su amiga Adriana. Sin embargo, la joven no mostraba señales visibles de aquello, quizás porque había decidido cómo desviar la conversación.

—¿Desde cuándo no te vas a Londres? —preguntó la muchacha del aura naranja pastel fingiendo una sorpresa que Lorena sabía que no sentía.

—Desde esta mañana —contestó con una ligera risa Marco al mismo tiempo que volteaba a ver al otro chico que estaba presente—. Dado que Gabriel no se va al Tíbet he decidido quedarme para entrenarlo. Veremos qué podemos hacer entre los dos para que él se convierta en un Alejandrino notable.

—¡Marco! —se oyó la voz de José Luis gritando desde el salón—. Tu celular está sonando.

—Voy a ver —se excusó el chico antes de retirarse.

—Entonces ahora sí entrenaremos todos juntos —expresó emocionadamente Gabriel dando palmaditas con las manos.

—Sí, definitivamente es una noticia estupenda —contestó Adriana poniendo los ojos en blanco—. Especialmente ahora que no tenemos enemigos por delante y creí que podríamos retomar nuestra vida normal.

Tras aquellas palabras los otros tres jóvenes voltearon a verse entre sí sin poder evitar sentirse algo incómodos. ¿Qué se suponía que podían decirle a Adriana en esas circunstancias? Ella jamás había ocultado la carga que le parecía aprender a realizar magia.

Afortunadamente, no tuvieron que pensar en nada, pues en ese momento Marco regresó al lugar con una gran sonrisa sobre el rostro distrayendo a todos.

—¡Chicos! ¡Les tengo una excelente noticia! —anunció el chico al regresar con sus amigos—. Octavio ha decidido hacer una fiesta en honor a Mireya y Jacob para mañana por la tarde.

—¿No es algo exagerado? —inquirió Vanya luciendo algo confundida.

—¡Por supuesto, pero es Octavio! —contestó Marco poniendo los ojos en blanco—. Dale un pretexto y hará una fiesta sin lugar a dudas. Quiere que vayamos todos el día de mañana.

—Yo tengo que trabajar —repuso Lorena inmediatamente.

—Octavio dice que te espera a ti y a Miguel después del trabajo —puntualizó el joven Martínez—. Miguel puede llevarte a casa de Octavio utilizando la teletransportación.

—Esa es otra cosa que nos tendrás que enseñar a todos nosotros —expresó Lorena mientras entrecerraba los ojos para mirar a su amigo. ¿Cómo había llegado a pensar que a los jóvenes no les quedaba nada más por aprender?

—Supongo que tienes razón —aceptó Marco algo apenado.

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