35. Visita

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—¿Dónde demonios estará ese chico? —inquirió Gabriel.

Lorena fue la primera en girar en redondo buscando a Cristóbal. Más allá se encontraban varios de sus compañeros de grupo, pero del joven Luna no había ni rastro. La muchacha esperaba que nada malo le hubiera pasado. No era posible que Felipe ya hubiera ido tras él, ¿o sí?

—Quizás sea simplemente que decidió no venir a la escuela el día de hoy —sugirió no muy convencida Adriana.

—¡Eh, chicos! —exclamó una voz relativamente cerca de ellos, una voz con un acento español que sin embargo les resultó familiar a todos.

Los seis chicos voltearon la cabeza en dirección a la voz y cuál no fue su sorpresa cuando vieron al novio de Mireya caminando hacia ellos.

—¿Jacob? —interrogó sorprendido Marco.

—El mismo que viste y calza —contestó el muchacho.

—¡Vaya! Has mejorado bastante en el uso del español —expresó Gabriel con sorpresa.

Tras las palabras del joven Costa, Lorena detectó un ligero sentimiento de irritación dentro del recién llegado. No obstante, su expresión facial se mantuvo con una sonrisa.

—¿Pues acaso no el español es el idioma natal de mi chica? —inquirió a su vez Jacob como si fuera lo más natural del mundo.

—Pero ese acentito español... —empezó a señalar Chelis.

—Tío, lo he aprendido a hablar en España —respondió el aludido—. Uno ha de utilizar lo que tiene a la mano.

—¿Y Mireya? —preguntó de repente Marco estirando el cuello para mirar detrás del consejero inglés, como si esperara que su exalumna apareciera detrás de su novio.

—Tenía asuntos importantes que resolver con su familia —respondió rápidamente Jacob mientras hacía un gesto con su mano con el que parecía barrer el aire—. Yo decidí matar el tiempo viniendo a visitarlos.

—Vaya, es muy amable de tu parte —apuntó Vanya.

—Bueno, necesito entretenerme en algo mientras estemos en México —comentó el chico para después soltar una carcajada.

—¿Y mi botella? —preguntó de pronto Gabriel.

Sus amigos voltearon a verlo. El chico le había dado la vuelta a su mochila cruzándosela sobre el pecho para revisar la bolsa lateral donde normalmente sobresalía su botella de agua. Sin embargo, en esos momentos la bolsa se encontraba vacía.

—Se te ha de haber caído —opinó Adriana mirando en la dirección por donde habían llegado, pero no había rastro de ninguna botella de agua.

—Ay, no puede ser —expresó Gabriel tristemente.

—Si quieres vamos rápido por una a la tienda —le propuso Lorena, aunque en el fondo lo que la chica quería era ir a dar otra vuelta a la escuela para ver si lograban toparse con Cristóbal.

—O yo te puedo regalar esta si gustas —interrumpió Jacob ofreciéndole una botella de agua que llevaba en sus manos.

—¿En serio? —inquirió Gabriel sin poder evitar algo de sorpresa.

—Por supuesto —contestó el joven inglés volviendo a barrer el aire con la mano—. Supongo que solo me emocioné cuando vi tantas botellas de agua en la tienda. No es algo que esté acostumbrado a ver.

—Muchas gracias —contestó Gabriel con una gran sonrisa mientras tomaba la botella que le extendía el joven.

—Deberíamos ir hacia el salón —sugirió Adriana en ese preciso momento.

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