31. Charla en el trabajo

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—Pareces muy animada.

Lorena se encontraba en el trabajo, picando algunos ingredientes para la sopa que se prepararía aquel día. Miguel se encontraba justo junto a ella y había aprovechado un momento en que se habían quedado solos para comenzar a charlar con ella.

—Han pasado cosas buenas últimamente —comentó la chica sin soltar el cuchillo.

La muchacha no podía dejar de pensar en Cristóbal. Le parecía increíble que finalmente hubiera conseguido hablar con él, que el chico hubiera superado su nerviosismo y se hubiera acercado a ella aunque fuera con Gabriel de por medio. Y aunque le preocupaba un poco pensar que tenía todavía pendiente el dilema de si compartiría con él lo de las cuestiones Alejandrinas o no, creía que todavía tenía bastante tiempo para resolverlo.

—¿En serio? Me gustaría saberlas —comentó su compañero de trabajo.

—No es algo que me gustaría comentar mientras manejo el cuchillo —respondió la joven señalando con su mirada el cuchillo que manipulaba hábilmente sobre los vegetales.

—Podemos solucionar eso —comentó el joven Saavedra acumulando algo de aura en sus manos, la cual poco a poco adquirió forma de red. Un momento después el aura descendió sobre los vegetales y los cortó todos como debía ser en un instante.

—¿No crees que será algo sospechoso que nos pongamos a hablar aquí sin hacer nada? —preguntó la muchacha alzando las cejas.

—Por eso fingiremos que seguimos cortando los ingredientes —respondió el joven del aura vino empuñando su cuchillo—. Ahora sí, comienza a contar.

En ese momento Lorena se dio cuenta de que no estaba segura de querer compartir el asunto de Cristóbal con Miguel. Apreciaba a su compañero y lo consideraba su amigo, pero no al nivel que tenía a sus compañeros en la escuela y en el entrenamiento Alejandrino. Sin embargo, de pronto se percató de que sentía un irrefrenable deseo de contarle algo a Miguel. El muchacho había pronunciado su última frase como una orden y, debido a su don, la chica Oranday no podía hacer caso omiso de ella. Afortunadamente, el Alejandrino de aura vino le había pedido que comenzara a contar sin hacer específico que quería que le contara lo de Cristóbal, por lo que Lorena decidió contarle algo diferente.

—Vamos bastante bien en los entrenamientos con Marco —declaró la joven con una sonrisa—. Hasta Gabriel va mejorando poco a poco, aunque quizás no al ritmo que él quisiera.

—Bueno, es que supongo que se estará comparando con ustedes y él comenzó a entrenar su aura mucho después —opinó Miguel pensativamente—. No es sorprendente que no sea tan bueno como los demás.

—Pues hazlo entender al señorito —expresó Lorena poniendo los ojos en blanco—. Ya sabes como es él. Pero bueno, el caso es que vamos bien. Hemos aprendido a teletransportarnos, hacer crecer a las plantas e incluso hemos comenzado con algunos encantamientos de segundo nivel.

—¿Les dio su grimorio? —inquirió Miguel con interés.

—Copias —respondió la chica mientras recordaba el asombro que sintió cuando Marco les había mostrado aquel libro donde se consignaban los encantamientos de segundo nivel—. La verdad me dio miedo cuando Marco sacó aquella cosa de la biblioteca de Octavio. ¿Cómo puede haber tantos hechizos de segundo nivel?

—Bueno, yo no tengo respuesta a ello —le respondió Miguel negando con la cabeza al mismo tiempo—. Quizás se deba al largo tiempo en que se han ido acumulando.

—Pues tal vez. Como sea, el caso es que Marco nos dijo que no creía que nos fuera a ser de mucha utilidad tener nuestro propio grimorio por ahora, así que él sacó fotocopias de los capítulos que creyó nos serían más útiles. Aun así son un montón de copias.

—Sí, lo sé —comentó el chico Saavedra—. Yo sí tuve mi grimorio desde el principio, pero más bien lo uso como pisapapeles o tope para puerta. Realmente nunca me he puesto a estudiarlo a fondo. Prefiero perfeccionar mis encantamientos de primer nivel. Después de todo, es más probable tomar por sorpresa al enemigo de esa forma.

—Pues sí, pero yo creo que no está de más conocerlos por si alguien vuelve a atacarnos con uno de ellos y es más fácil usar el contrahechizo que una convergencia, por ejemplo —opinó Lorena recordando cómo en la batalla donde habían participado con sus amigos hacía unos meses estuvieron a punto de quedar atrapados por un encantamiento de ese tipo si no hubiera sido porque pudieron conjurar la convergencia—. Es por eso que Adriana, Vanya, Chelis y yo estamos estudiando esas copias además del trabajo escolar.

—¿Qué sucede con Gabriel? —inquirió el joven al darse cuenta de que no había mencionado al muchacho de aura azul.

—Marco no quiso darle nada de encantamientos de segundo nivel, al menos por ahora —contestó Lorena sin poder esconder una sonrisa un tanto condescendiente—. Dice que Gabriel ya ocasiona demasiados problemas con los encantamientos del primer nivel como para hacer que haga cosas peliagudas en el segundo nivel que quizás luego no se puedan controlar.

—Ja, ja, ja —se carcajeó Miguel, aunque se cuidó de no alzar demasiado el volumen para evitar que sus compañeros se interesaran en la charla que estaban teniendo—. Bueno, supongo que Marco es el maestro y sabrá bien qué es lo que conviene en este caso en específico.

—Pues sí —coincidió Lorena—. Y así las cosas por el momento.

—¿Sabes, Lorena? Me agrada mucho platicar contigo —comentó el chico de aura vino mirándola directamente a los ojos por un momento.

Lorena sintió que Miguel había sido completamente sincero al decirle aquello, pero también percibía algo más con su don que no era capaz de identificar por completo. ¿Qué sería aquello?

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