19. Reunión de emergencia

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—¿Estás lista, Lorena? —preguntó Miguel amablemente asomándose donde se encontraba la chica.

—No —contestó esta sin poder ocultar su molestia—. No puedo quitar esta horrible mancha de la olla.

Lorena se encontraba frente a un fregadero de la cocina del restaurante donde trabajaba los fines de semana. Teóricamente su turno y el de Miguel ya había terminado, pero a la joven le habían puesto como tarea que intentara rescatar una olla que había echado a perder al quemar la comida. A ver qué día se le volvía a ocurrir cocinar con magia.

—Y Marco piensa que ya no necesito entrenamiento —comentó furibunda la muchacha mientras seguía tallando.

—¿Qué tiene que ver Marco con esto? —preguntó Miguel parándose junto a la joven.

—Pues que simplemente intenté cocinar con ayuda de mi aura y lo único que conseguí fue que el arroz se me quemara —contestó Lorena mientras veía la mancha sin poder evitar fruncir el ceño. Empezaba a creer que terminarían por cobrarle aquella olla.

—Bueno, que hayas hecho un desastre con la comida no quiere decir que también vayas a hacerlo lavando trastes —opinó Miguel mientras volteaba hacia ambos lados.

Nadie miraba en su dirección, por lo que el joven aprovechó el momento para concentrar un poco de su energía áurica y luego dirigirla hacia la mancha que había quedado en la olla. Esta desapareció como por arte de magia (como efectivamente había sucedido).

—Guau —dijo Lorena sorprendida—. Muchas gracias. Sin embargo, no estoy segura de que no hubiera hecho el mismo desastre que hice a la hora de cocinar.

—Estoy seguro de que no lo habrías hecho, pero mejor ve y cámbiate o llegaremos realmente tarde a casa de Octavio —respondió el muchacho.

En ese momento Lorena se percató de que el Alejandrino de aura vino ya se había cambiado. Él se encontraba con ropa casual mientras ella seguía con el uniforme del trabajo.

—Okey, ya vuelvo —anunció la chica dirigiéndose al baño donde solía cambiarse.

Quince minutos después regresó con Miguel, tras haberse cambiado, lavado un poco y peinado.

—Te tardaste demasiado —le indicó Miguel—. ¿Acaso hiciste otro desastre intentando usar la magia para vestirte?

—No volveré a usar la magia para las tareas que tengo que realizar a diario hasta que no esté segura de utilizarla de la manera correcta —declaró Lorena con el ceño fruncido—. ¿Qué tal si quemara mis ropas? ¿Qué me pondría entonces?

Miguel soltó una carcajada con aquello.

—¡No es gracioso, Miguel! —exclamó la joven mientras salían por la entrada de personal.

—Disculpa, Lorena, pero sí lo es —repuso el chico—. Estás exagerando lo de la comida. Algunas tareas son más sencillas que otras, al igual que lo es cuando no utilizas la magia. Por ejemplo, veamos lo de la mancha en la olla. Estabas intentando quitarla con productos abrasivos y tallando lo más fuerte qué podías, ¿no?

—Sí —confirmó la muchacha.

—Bueno, pero a la hora de la cocina no haces eso. No te pones a echar ingredientes indiscriminadamente ni prendes las lumbres a todo lo que dan, sino que buscas que estén a una temperatura adecuada y buscas poner los ingredientes en el momento justo, ¿verdad?

—Sí, tienes razón —aceptó la chica tras pensarlo un momento.

—Por eso es que es complicado cocinar con ayuda de la magia —declaró Miguel—. Tienes que tener un buen control de la cantidad de energía áurica que liberas para asegurarte de que todo queda en su punto.

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