30. Dilema

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—¿Dónde lo conociste? —preguntó Gabriel a su amiga de aura naranja cuando entraron al salón después de que el grupo que lo ocupaba hubo salido.

La chica no contestó de inmediato. Puso sus cosas lentamente en su lugar antes de hacerlo y en ningún momento miró al chico que le interpelaba a los ojos.

—En las clases de inglés —contestó la joven.

—¿Y por qué no nos lo habías dicho? —preguntó el joven Costa sin perder su sonrisa. Resultaba difícil de concebir que el chico había estado bastante enfurruñado momentos atrás.

Tras la pregunta de Gabriel, Adriana soltó un gran suspiro. Lorena esperaba que su amiga fuera capaz de controlarse, ya que sus sentimientos no presagiaban nada bueno y no estaban solos en el salón.

—Porque no quiero inmiscuirlo en... "eso" —contestó la muchacha sin poder ocultar la angustia en su voz—. Chelis mantiene a Xóchitl la mayor parte del tiempo lejos de nosotros y estoy de acuerdo con que eso es lo mejor.

—¿De qué hablas? —inquirió Gabriel repentinamente confundido.

—¿Cómo podemos estar tan seguros de que Hermes no volverá a aparecérsenos un día enfrente mientras estamos con ellos? ¿O cualquier otro Neuma o Carnero? —interrogó Adriana mientras se tensaba visiblemente—. No quiero esta vida para Bernardo. Lo siento, chicos, pero debo decirles que mientras más lejos esté Bernardo de ustedes siento que es mejor. Creo que de esa manera estará mejor protegido contra todo este mundo de magia y fantasía.

Un ligero silencio se estableció entre los amigos tras aquellas palabras.

—Bueno, es tu decisión —comentó Vanya al final.

—Sí, no me agrada pero la entiendo —coincidió Gabriel sonriéndole a su amiga—. Aunque no veo por qué mantenerlo alejado es sinónimo de mantenerlo escondido.

—No quería decírselos —confesó Adriana apenada—. Creía que sería difícil de explicar y que aun así ustedes no lo entenderían.

—Bueno, ya ves que te equivocaste en la segunda parte —contestó el chico de aura azul mientras su sonrisa se acentúaba—. Ahora, ¿nos cuentas el chisme completo?

—Quizás en la hora libre —contestó Adriana ya más relajada—. Es una historia un poco larga.

—Yo tengo una duda —interrumpió en ese momento Marco—. ¿Cómo le has hecho para que él no quiera acercarse a los amigos de su novia?

—Eso ha sido bastante sencillo, hasta eso —contestó la muchacha—. Ambos estuvimos de acuerdo en que cada uno necesitaba su propio tiempo para estar con los amigos y otro tanto para nosotros dos. Nos la pasamos juntos en el inglés y luego antes de las clases. Es por eso que a veces no puedo ir a los entrenamientos, porque me quedo de ver con él.

—Ah mira, igualita que Chelis —comentó Marco en tono bromista.

La chica de aura naranja no pudo evitar reírse nerviosamente tras ese comentario, aunque los otros se rieron más abiertamente, con excepción de una de ellos, quien a pesar de estar atenta a la conversación no podía sacarse otra idea de la cabeza.

—Oye, Gabriel —interrumpió en ese momento Lorena sin poder callarse más—. ¿Dónde conociste a Cristóbal?

—Ah, pues fue ayer, que me fui solo para el metro —contestó el joven Costa—. Él se subió a mi lado y la charla comenzó a darse.

—¿Así sin más tú le empezaste a hablar a un desconocido? —inquirió Lorena incrédulamente. Sabía que su amigo era muy reservado cuando se trataba de personas a las que apenas conocía.

—Bueno, en ese punto fue él quién comenzó la conversación —aclaró el chico de aura azul—. Y pues ya yo le seguí.

—¿Descubriste por qué te provoca esa sensación que nos dijiste el otro día? —inquirió Marco apretando los labios.

—No, la verdad es que no —confesó Gabriel despreocupadamente—. Me la sigue produciendo, pero como me cayó bien la verdad dejé de prestarle atención.

El chico Costa dio aquella respuesta sin mirar a ninguno de sus amigos directamente, por lo que no notó que el joven Martínez se tensaba mientras él iba hablando.

—Aunque sospecho que la razón por la que él me saludó el día de hoy fue otra —añadió Gabriel de repente volteando a ver a Lorena con una gran sonrisa.

—¿Qué te hace pensar eso? —preguntó la joven sintiendo que nuevamente los colores se le subían a la cara.

—Porque el día de ayer me preguntó inmediatamente por ti y hoy no te quitaba la vista de encima —contestó Gabriel mientras ladeaba la cabeza.

Lorena sintió la sensación de repentina relajación que le vino por parte de Marco, pero no le tomó mucha atención.

—¿Cómo qué te pregunto por ella? —inquirió interesada Adriana.

—Pues que estábamos charlando y él hizo el comentario de que me había visto en compañía de mis amigos, dos hombres y tres chicas, una de las cuales siempre traía suéter y que no hacía mucho se había cortado el cabello —declaró el muchacho.

Lorena se pasó la mano tocando las puntas de su cabello. ¿Cristóbal se había dado cuenta de ello? Eso quería decir que en verdad le había estado poniendo atención.

—O sea que ya te había echado el ojo, amiga —comentó Adriana con una actitud exagerada de sorpresa.

Mientras la mayoría de sus compañeros entraban al salón, indicando de esa manera que el profesor se aproximaba, Lorena solo se rió nerviosamente. Se sentía extrañamente dichosa por saber que Cristóbal le había prestado atención desde hacía un tiempo. Sin embargo, mientras el profesor ponía sus cosas sobre la mesa se dio cuenta de que tenía ante sí un dilema importante. Dado lo que sentía por él y lo que sabía que él sentía por ella, parecía muy probable que se diera algo en un futuro. Sin embargo ¿se comportaría como Adriana manteniéndolo lo más lejanamente posible de cualquier Alejandrino o persona que usara la magia? No parecía algo muy práctico sabiendo que al primero que le había hablado era a su amigo Gabriel, el cual, tal como Marco les había dicho hacía tiempo, era sumamente especial al tener el aura de color azul puro. No obstante, ¿realmente quería que él tuviera que estar en medio de la pelea de Alejandrinos y Neumas como había sucedido con ella y sus amigos?

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