47. Femme fatale

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—Nunca se me habría ocurrido que alguien pudiera hacerse popular con ayuda de la magia —comentó amargamente Gabriel.

El chico Costa y sus otros cuatro amigos se encontraban en el patio de la escuela, algo alejados de sus compañeros de clase, pero no lo suficiente para perderse lo que hacían. Era una de las horas libres del grupo y en ellas normalmente todos se dispersaban por la escuela y los alrededores para comprar y descansar en diferentes lugares, pero esa vez todos estaban reunidos alrededor de Lorena. Varias personas ajenas a su grupo no podían evitar voltear a ver a la muchacha de cabello oscuro con grandes tacones que se encontraba en medio de aquel nutrido grupo, pues todos a su alrededor no dejaban de mirarla y escucharla.

—¿No podemos hacer nada para deshacer el encantamiento de Lorena sobre ellos? —inquirió Adriana a Marco.

—Podríamos, pero estaríamos exponiendo a nuestros compañeros —respondió Marco mordiéndose el labio—. Recuerden que cualquier hechizo que afecte la mente de alguien más es peligroso. Además, ya saben que para contrarrestar hechizos debes entender cómo funcionan de entrada. Sin embargo, en el caso de los hechizos sobre la mente no hay manera de saberlo. Puedes escanear para saber cuáles son las áreas del cerebro afectadas, sí, pero debido a la estrecha interrelación de las neuronas nunca puedes estar cien por ciento seguro. Puede terminar siendo sumamente perjudicial, suponiendo siempre que no lo haya sido el primer hechizo. Podríamos terminar destrozando la mente de nuestros compañeros intentando romper el encantamiento de Lorena.

—Definitivamente no es la mejor idea —opinó Adriana tras escuchar esa explicación.

—¿Y si no intentamos eliminar el hechizo, sino solo colocar otro que lo neutralice? —sugirió Gabriel pensativamente.

—Como lo dije, cualquier hechizo sobre la mente es peligroso. Sí, sería una opción más segura, pero no libre de riesgos. En estos casos, la mejor alternativa sería que Lorena nos explicara detalladamente lo que les ha hecho y a partir de ahí formuláramos nuestro contrahechizo —respondió Marco—. Sin embargo, obviamente no creo que Lorena vaya a compartir esa información con nosotros en estos momentos. E incluso así... Como lo dije, no podemos asegurar que el primer hechizo no haya dejado ya secuelas. Solo nos queda rogar por ellos.

—¿Rogar por quiénes? —preguntó una voz.

Los cinco jóvenes alzaron la vista inmediatamente. Frente a ellos se encontraba Xóchitl. La chica tenía pinta de estar perdida, como si debiera estar en otro lugar pero de repente se le hubiera olvidado y hubiera terminado frente a ellos, o como si hubiera ido hacia ellos y de repente se le hubiera olvidado qué iba a preguntarles.

—¿Qué sucede, Xóchitl? —le preguntó José Luis con tiento y sin mirarla directamente. El joven Cruzado temía que su novia pudiera verlo como había mirado a Gabriel cuando este se había acercado a Lorena en el momento que llegaron a la escuela.

—Ah, pues solo quería saber si te apetecía ir a dar la vuelta —contestó la muchacha apaciblemente.

Aquello sorprendió a los Alejandrinos.

—¿No quieres estar con Lorena? —le preguntó su novio tímidamente, animándose finalmente a verla.

—Eh... sí —contestó la chica volteando a ver por un segundo al resto de sus compañeros—. Pero preferiría estar contigo, lo sabes.

Tras esas palabras, la muchacha le sonrió espléndidamente a José Luis. El muchacho de aura color verde oscuro no pudo menos que relajarse y sonreírle de vuelta a su novia al ver aquella sonrisa, puesto que estaba seguro de que aquel gesto que había hecho la chica era sincero y no efecto de cualquier encantamiento que pudiera haberle arrojado Lorena.

—¿No les molesta si me voy con Xóchitl, verdad? —inquirió el chico a sus amigos poniéndose de pie.

—No, para nada —le contestó Marco contemplando a Xóchitl con atención, como si quisiera develar algún misterio que la muchacha ocultaba.

—Bueno, entonces nos vemos al rato —dijo José Luis antes de marcharse con su novia.

Los cuatro chicos que se quedaban los observaron con atención a los dos jóvenes mientras se alejaban, Marco sobre todo centrándose en Xóchitl.

—No es fácil romper los lazos amorosos. Probablemente sea imposible —comentó una voz harto conocida para todos.

Los cuatro voltearon a ver y, efectivamente, Lorena se había acercado a ellos. La muchacha los miraba con una sonrisa burlona mientras el resto de sus compañeros los miraban de lejos como si estuvieran dispuestos a saltar sobre ellos si le hacían algo a la chica Oranday.

—Xóchitl debería estar fascinada conmigo —declaró Lorena tranquilamente observando a la pareja que ya estaba bastante lejos—. Debería querer protegerme, pero en realidad la persona que más le fascina es Chelis. Ni siquiera la magia puede contra eso.

—¿Por qué nos dices todo esto, Lorena? —interrogó Marco con el ceño fruncido.

—Para que se fijen —respondió la chica en todo despreocupado—. Así como yo no puedo romper el lazo que une a Xóchitl y a Chelis, ustedes no podrán romper el que me une a Esau.

—Un lazo de amor no es lo mismo que tú tienes con ese... tipo —repuso Gabriel apretando los puños.

—Esa es tu opinión, mi querido Gabriel —contestó la muchacha de aura lila sin inmutarse—. Pero el que tú tengas una opinión no cambia los hechos. Les dije que no los atacaría en la escuela, pero más les vale andarse con cuidado cuando salgan de ella.

—¿Es eso una amenaza? —preguntó otra voz a espaldas de la chica.

En esa ocasión a Lorena también le tocó voltear la cabeza para encontrarse a Cristóbal. El chico se encontraba de pie con los brazos cruzados y con una expresión de profundo desagrado en su rostro.

—Cristóbal —dijo Lorena con una amplia sonrisa—. ¡Qué bueno que te veo! Tengo que decirte algo importante. Es mejor si no te metes en los asuntos entre mis amigos y yo, o podrías resultar herido.

—¿Los sigues considerando tus amigos? —preguntó el joven de aura amarilla alzando las cejas.

—Bueno, es una palabra para referirse a ellos, aunque quizás sea mejor decir Alejandrinos, ahora que lo mencionas. Lo tendré en cuenta para la próxima.

Dicho eso la joven se encaminó nuevamente hacia el lugar donde había dejado a todos sus admiradores.

—¿Qué haces aquí, Cristóbal? —inquirió Adriana soltando el aire que había estado reteniendo.

—Los vi por aquí, me pareció que discutían y quise venir a ver —respondió Cristóbal todavía con el ceño fruncido—. Veo que no se les ha ocurrido la manera de acabar con la mujer fatal para recuperar a Lorena.

—No, todavía no sabemos cómo hacerlo —le respondió Marco apesadumbrado.

Ante esa respuesta el joven de aura amarilla frunció la boca. La respuesta de Marco le molestaba, pero no era como si él tuviera una alternativa en las manos.

—Me gusta eso de la femme fatale —opinó de pronto Gabriel—. Es un buen mote para llamar a Lorena mientras sea controlada por Esau.

—¿Qué es eso de fenfatal? —inquirió Adriana ignorando la pronunciación de Gabriel.

—Femme fatale es una expresión en francés que significa mujer fatal —explicó Marco automáticamente—, precisamente lo que dijo Cristóbal.

—Bueno, al menos considerando que nosotros no hablamos francés suena mejor que decirlo en español —opinó Vanya.

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