4. ¿Casualidad o peligro?

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Al dirigirse hacia la escuela el segundo día de clases Lorena se sentía extremadamente cansada. Se había desvelado bastante para lograr leer todo lo que sus profesores les habían dejado y todavía había tenido que levantarse temprano para continuar.

Iba pasando por una de las zonas de pastos cuando vio a alguien tumbado en el lugar. En lugar de seguir el camino hacia su salón decidió dirigirse hacia allá.

—Hola —le dijo Gabriel cuando la vio dirigirse hacia él.

—Hola —le regresó el saludo la chica mientras tomaba asiento a un lado de él—. ¿Qué haciendo?

—Leyendo —contestó simplemente el joven señalando el gran fajo de hojas que tenía ante sí, las cuales eran la lectura para una de las clases de aquel día.

—¿Aún no terminas? —inquirió la muchacha mientras levantaba una ceja.

—Nopy —contestó el muchacho mientras su mirada parecía quedarse perdida ante las hojas que se encontraban frente a él—. La verdad es que no puedo concentrarme en esto.

—¿Estás pensando en lo del Tíbet? —inquirió Lorena con simpatía.

El joven Costa no contestó inmediatamente. En su lugar, comenzó a hojear sus hojas distraídamente. No obstante, no podía evitar la pregunta de su amiga indefinidamente.

—Pues sí —contestó al final el chico en voz baja tras haber barajeado varias veces sus copias—. Es decir, siempre he querido aprender magia y desde hace poco he querido llegar a ser un buen Alejandrino. ¿Qué mejor camino para lograrlo que ser entrenado por el mejor maestro? No debería dejar pasar una oportunidad así.

—Pero... —incitó Lorena a su amigo para que continuara.

—Pero no quiero irme —completó finalmente Gabriel para después soltar un gran suspiro—. Me da miedo viajar a un país desconocido del que no conozco nada. Sí, sé perfectamente que seguramente sería una experiencia fascinante y que valdría la pena, pero no quiero hacerlo en estos momentos de mi vida. Sobre todo considerando que además tendría que separarme de mi familia y de ustedes, mis amigos.

—¿Y Marco? —sugirió Lorena insinuando algo más con su tono de voz..

—Él también está incluido en mis amigos —contestó el chico de aura azul mientras un ligero rubor se extendía por sus mejillas—. Aunque ya sé a qué te refieres. Sé muy bien que él nunca se fijará en mí, pero a pesar de ello la idea de alejarme de él me resulta insoportable. Supongo que soy patético.

Lorena no creía que su amigo fuera patético, al menos no sabiendo lo que ella sabía sobre los sentimientos de su otro amigo.

—Tal vez no deberías darte por vencido aún —expresó la chica Oranday misteriosamente.

Las palabras de la muchacha no tuvieron un efecto inmediato. Gabriel tardó un momento antes de reaccionar, como si su amiga le hubiera hablado en un idioma extranjero y él no estuviera seguro de la traducción que estaba haciendo de la frase.

—¿A qué te refieres con eso? —interrogó finalmente el muchacho con el ceño fruncido.

—Solo digo que hay que ver la hora que es —dijo Lorena cambiando el tema al mismo tiempo que se ponía de pie—. Creo que es hora de que vayamos al salón.

—Lorena —le llamó la atención Gabriel. Era obvio que el chico se había percatado de que su amiga estaba intentando cambiarle el tema.

No obstante, la joven de aura lila se hizo la que no escuchaba lo que le estaban diciendo, por lo que aprovechó el momento que Gabriel tardó en recoger sus hojas mientras ella se apresuraba hacia las escaleras del edificio donde tomaban clase. De esa forma, la muchacha pudo llegar a ellas antes de ser alcanzada por su amigo. Una chica iba en dirección contraria y, cuando Gabriel llegó al pie de las escaleras, chocó frontalmente contra ella.

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