2. Propuestas

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El resto del día Marco Martínez se la pasó enfurruñado. Para ninguno de sus amigos resultó una gran sorpresa, pues sabían bien que a veces el chico podía tener un humor muy pesado. De cualquier manera, no fue algo fácil de soportar cuando cada uno de los profesores que veían les empezaron a dejar una gran cantidad de deberes. Aparentemente aquel semestre no sería tan sencillo ni tan ligero como el anterior.

—Una clase más —expresó Gabriel cuando terminó su penúltima clase de aquel día.

—Lo cual quiere decir que aún nos queda más tarea —contestó Adriana apretando los labios.

—Hay que buscarle el lado positivo —dijo el chico Costa mientras se frotaba los ojos.

—¿Ah, sí? ¿Y cuál es ese? —preguntó con brusquedad Marco.

Las chicas que rodeaban a los dos muchachos se voltearon a ver con alarma. El joven Martínez parecía estar buscando bronca con aquel tono de voz. Quizás era una fortuna que José Luis hubiera ido al baño, pues probablemente él hubiera confrontado a su amigo de forma directa.

—Yo dije que había que buscarle un lado positivo, no que ya supiera cuál era este —le respondió molesto Gabriel.

—Quizás todos deberíamos empezar a soñar con el amor de nuestras vidas —contestó sarcásticamente Marco.

Mientras Vanya y Adriana volteaban a ver a Gabriel rogándole con la mirada que no contestara nada, Lorena intentó respirar profundamente. Ella percibía claramente que la emoción que estaba detrás de las expresiones de Marco era el dolor, el cual acababa transmitiendo en forma de rabia.

—¿Entonces se trata de eso? ¿Si tú no puedes conocer a alguien nadie más tiene derecho a enamorarse? —inquirió Gabriel con el ceño fruncido.

Tras esas palabras la expresión sobre el rostro de Marco cambió totalmente. Después de las preguntas de su amigo de aura azul más que furioso parecía sorprendido.

—No es eso —contestó Marco para al final desviar la mirada.

—¿Estás seguro? —le preguntó Gabriel aún molesto—. Porque te has estado comportando como un cretino berrinchudo desde que llegué a contarles mi sueño.

Las jóvenes Lima y Larios se miraron durante un momento intentando buscar algo que decir que pudiera mover la conversación hacia otros terrenos menos espinosos. Por su parte, la chica Oranday sintió un poco de lástima por su amigo Costa. Era una lástima que su intuición no pudiera funcionar sobre Marco, pues de lo contrario ya se hubiera percatado de que la verdadera razón por la que su amigo adoptaba aquella actitud no era porque alguien más se enamorara, sino porque el chico que a él le gustaba se estaba fijando en alguien más.

—Gabriel, yo... —intentó decir Marco, pero al parecer no encontró ninguna palabra para expresar lo que sentía.

Sin embargo, para todos resultó claro que su actitud había cambiado totalmente. El tono de voz del muchacho ya no resultaba arisco, por lo que quizás las palabras del joven de aura azul lo habían hecho reflexionar un poco.

—Bueno, ahora que han resuelto ello... —comenzó a decir Adriana, pero fue interrumpida por una voz con autoridad que les llegó a los chicos desde la puerta del salón.

—Marco Martínez y Gabriel Costa —llamó aquella voz con un tono indudablemente femenino.

No solo los aludidos voltearon la cabeza, sino que también lo hicieron todos sus compañeros. De esa forma, todos los alumnos del último semestre del grupo 57 pudieron contemplar a la hermosa señorita de unos veintitantos años, la cual iba vestida muy elegantemente, que les había hablado a los dos jóvenes.

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