d o c e

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-¡Lilo!

A penas entré al departamento, escuché la voz que me había perseguido durante toda mi infancia y adolescencia. Mi madre me abrazó con notable emoción mientras mantenía en su mano un cigarrillo a medio fumar. No había dejado el vicio y su cabello se había vuelto mucho más cano.

-Hola, mamá - dije, sonriendo un tanto incómoda.

-¿Acaso no te alegre verme? - preguntó, separándose de mi cuerpo para luego mirarme de pies a cabeza.

-No pensé que llegarías tan pronto - hablé moviéndome por la sala, dejando mi mochila a un lado.

-Terminé antes el viaje - dijo, restando importancia.

Me dejé caer sobre el cómoda sofá, mientras maldecía una y mil veces la tan pronta llegada de mi madre. No me malinterpreten, la adoro y es una mujer digna de admiración, pero la última vez que hablamos, aseguró que vendría luego de las fiestas navideñas que esperaba pasar junto a la familia de mi hermana mayor, a quién no veía hace meses, debido al gran océano que no separaba de Europa.

-¿Qué pasó con Kalena? - indagué curiosa, ya que la comunicación con mi hermana era prácticamente nula y no tenía como saber de ella, más que preguntándole a mi madre, quien solo sabía lo justo y necesario. Y aun seguía viva, que era lo importante.

-Nada - dijo despreocupada.

-La última vez que hablamos me dijiste que pasarías Navidad junto a ella - volví a hablar. Sabía que algo estaba pesando, principalmente porque Kalena no se llevaba muy bien con mi madre y las peleas entre ellas eran mas que constantes.

Me dirigí a la cocina para abrir una botella de vino, un Merlot suave y exquisito, que tanto a mi madre como a mí, nos caerían como anillo en el dedo para sobrellevar la carga emocional que mi hermana había puesto sobre nuestros hombros. Me gustaría decir que lo hizo sin darse cuenta, pero hablábamos de Kalena, la misma que cuando éramos niñas jugaba a la peluquera con mi cabello.

-Pero ahora lo pasaré contigo - habló, dando una larga calada a su cigarro.

Le extendí la copa, la cual fue aceptada con mucho gusto. Me volví a sentar y bebí, casi como si de agua se tratase. Había sido un día largo, agotador entre escena, libretos y por supuesto, la mirada suspicaz de Timothée acechando cada uno de mis movimientos. No diré que yo no me comportaba de la misma manera, pero aun seguía lo suficientemente abatida como para intentar tener una conversación normal con él, luego de la extraño suceso que vivimos hace dos días.

-¿De verdad te fumarás otro? - pregunté, dejando la copa ya vacía sobre la mesa de centro.

-No eres mi madre - murmuró con el cigarro entre sus labios, intentando prenderlo.

-Dejarás la casa con olor a nicotina - fruncí el ceño, no era un olor que me agradara.

-Sharon dijo que podía fumar aquí dentro - habló, dejando por unos minutos aquella tóxica adicción sobre el cenicero.

-Hablando de Sharon, ¿dónde está? - pregunté, cambiando el tema. No había forma de hacerla entrar en razón.

-Salió a comprar - dijo.

Prendió la tele y se sumió en uno de esos programas detectivescos que tanto le gustaban y que habían marcado drásticamente la finalización de mi infancia y esos bellos años de inocencia. Recuerdo que junto a Kalena pasábamos horas junto a mi madre y su infaltable cigarro, mirando mórbidas escenas de fríos asesinatos durantes las calurosas tardes veraniegas, pegadas al vaivén del ventilador.

De pronto, cuando los sueños de mi vida comenzaban a formarse vívidamente en mi cabeza, el timbre, anunciando la llegada de un desconocido, retumbó por todo el piso. Supuse que era Sharon, quien había olvidado llevar llaves, ya que no era la primera, ni mucho menos la última, en que olvidaba hacerlo.

Me puse de pie y caminé hacia la puerta, la cual en momento que fue abierta, Timothée se abalanzó sobre mis labios, tomando mi cintura entre sus manos mientras nos adentraba hacia el salón, no sin antes cerrar la puerta principal con uno de sus pies. Me hubiera encantado corresponderle aquel beso de la manera más enérgica posible, tal cual él lo estaba haciendo, pero la presencia de mi mamá, y la de el rizado, me tenían completamente perpleja.

No entendía su inesperada visita, me había sacado totalmente de mis casillas. No esperaba que pasase, principalmente por la falta de comunicación que habíamos tenido durante los últimos días. Solo miradas, no palabras,

.

-¡Oh, por Dios, Lilo! - chilló mi mamá poniéndose de pie - ¡Y yo que pensé que te quedarías sola para siempre!

Timothée se separó de mi rápidamente, sintiendo la vergüenza recorrer su cuerpo, el cual estaba tenso y pálido. No cabía duda que la presencia de mi mamá había causado un gran impacto, descolocándolo por completo.

Preferí omitir las simpáticas palabras de la mujer que me dio la vida y procedí a presentarlos. Fue un momento bastante incómodo, tanto para Timothée como para mi, pero no para Clarisse, mi excéntrica madre, quien en seguida lo invitó a fumarse un cigarro mientras volvía a sentarse y  comenzaba a preguntarle la mayor cantidad de información posible. Pero no crean que era por saber con qué clase de personas se estaba relacionando su hija, por supuesto que no, sino, que tenía la mala costumbre de meterse en las vidas ajenas de los demás. Costumbre que me avergonzó durante los primeros años de mi vida.

-¿Cuál es tu nombre, cariño? - le preguntó sin dejar de menear el cigarrillo en su mano.

-Timothée, Timothée Chalamet - habló con una sonrisa en sus labios.

Mi madre comenzó a toser de manera dramática mientras golpeaba su pecho, buscando como respirar con normalidad. Me acerqué a ella y golpeé levemente su espalda, ayudándola con su ataque de tos. Timothée se encontraba mirando la escena, con los ojos abiertos, me atrevía a decir que estaba asustado y sin comprender qué estaba pasando. Ayudé a mamá a volver a sentarse, ya que debido a la escena anterior se había puesto de pie, para luego ir a la cocina y llevarle un vaso con agua. 

Lo tomó con gusto, de un solo tragón, sintiendo como la tos cesaba considerablemente.

-¡No puedo creer que una de mis hijas busque fotos de ti mientras la otra se lo está tirando! - exclamó, riendo de manera eufórica.

En ese momento, deseaba con todas mis fuerzas que la tierra me tragase. No podía dar tregua de las directas palabras de mi madre. No tenía pelos en la lengua, era una mujer única en su especie.

-¿Tienes hermanas? - preguntó con curiosidad.

El rizado me miró con el ceño fruncido sin entender lo que estaba pasando. Y me declaraba culpable por lo haberle hablado antes de mi singular familia.

-Eres el actor favorito de mi hermana menor - hablé lentamente, intentando restarle importancia a la incómoda situación.

-¿Actor favorito? - interrumpió Clarisse - Ailani está loca por ti. 

Y eso era verdad. Mi pequeña hermana estaba más que loca por él. 

Pero, ¿quién no lo estaría?







he aquí otro capítulo! espero que estén disfrutando la historia<3

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Detrás de escena // t.c✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora