c u a r e n t a y s i e t e

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Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña.

Una frase precisa y concisa, cargada de la sorpresa que me causó ver a Timothée de pie, observándome con una burlona sonrisa, a penas abrí la puerta principal del departamento.

Después de meditar por unos largos minutos, la propuesta que me traería más de un problema en la dinámica que me había impuesto, y que realmente estaba funcionando, para eliminar cualquier sentimiento amoroso que pudiese traerme conflictos internos, decidí declinar su invitación, aceptando una conversación telefónica, nada de videollamadas, porque con el ronco sonido de su voz tenía suficiente.

Sin embargo, su respuesta me sorprendió de sobremanera, ya que con una gallardía que parecía extinta, me respondió con una negativa, que no estaba dispuesto a una simple llamada, él quería más, verme, volver a encontrarnos.

No supe que contestar, así que sintiendo como mi alma salía de mi cuerpo, le deseé un buen día, ofreciéndole por última vez la llamada telefónica, la cual con rebeldía volvió a rechazar.

Por supuesto, no le rogué. Me limité a aceptar su decisión, no pensar más en el asunto, ni mucho menos esperar un mensaje de su parte. Aunque me costó más de lo que hubiese querido, ya que mi celular vibraba cada cierto tiempo, anunciando la llegada de alguna palabrería que servía de base para una dinámica conversación. No me resistí, le seguí la corriente, ilusa, pensando que todo había quedado claro, que no habría un encuentro en persona.

Había pasado casi dos semanas, días cargados de trabajo, ayudando a ordenar pequeños detalles que podrían ayudar a que la película tomara un rumbo diferente, y tan ocupados en medio de mi relación de amor conmigo misma, que el tiempo parecía detenerse, escueto y realista en medio del ajetreo que mi mente mantenía constantemente al recibir aquellos mensajes que lograban sacarme una tímida sonrisa. Pero, era eso, mensajes instantáneos que hacían mi rutina más amena. Nada más. No significa un posible encuentro, ni mucho menos una conversación trascendente en nuestras vidas. Era solo un juego, intercambio de palabras y oraciones.

Mas, para él no.

-¿Qué haces aquí? - pregunté, mirando hacia el pasillo, esperando que nadie le viese.

-Vine a verte - contestó obvio, dejando mostrar sus dientes - Y a conversar.

-No hay nada que hablar - me encogí de hombros, comenzando a sentir los nervios recorrer mi cuerpo.

-¿Puedo pasar? - preguntó, ignorando por completo mis palabras.

Suspiré con pesadez, aceptando que pasara, que volviese a entrar a mi vida y escuchar sea lo que deseaba decirme. Ya estaba allí, no había mucho más que hacer, así que moví mi cuerpo hacia un lado, dejándole entrar al departamento, el cual se encontraba casi en completa penumbra, iluminada solo por el brullo de la televisión, ya que antes de su llegada, me encontraba viendo una película, en medio de bostezos e intentos forzosos para que mis ojos no se cerrasen. Prendí la luz, mostrándome la esbelta silueta del rizado, moviéndose con confianza a través de la sala, la misma que fue testigo de nuestro último, el mismo que me dejó libre y en equilibrio mental.

Cerré la puerta, para luego voltearme y encararle. La verdad, es que comenzaba a incomodarme su presencia, no me parecía correcto que estuviese allí, a unos cuantos centímetros, sin dejar moverse, nervioso, queriendo soltar algún comentario.

-Sharon puede llegar en cualquier momento, y no le gustará verte por aquí - dije, cruzándome de brazos.

-Seré breve, lo juro - mencionó, acercándose con sultura hacia mi.

-Habla - me quedé quieta, sintiendo mi cuerpo tensarse cada vez que la distancia que nos separaba disminuía.

-Sé que la he cagado de muchas maneras, pero ¿podemos ser amigos? - preguntó, posando una de sus manos sobre uno de mis hombros, provocando que mi abdomen se contrajera con violencia, al tiempo que mis mejillas comenzaban a tornarse carmesí, dejando en evidencia que aun habían sentimientos de por medio y que su tacto seguía teniendo efecto en mi persona - Digo, las cosas están bien entre nosotros. No enojos, ni rencores, creo - soltó una risita - Y me gusta conversar contigo, pasar el tiempo juntos y escuchar tus consejos - una carcajada salió de sus labios, provocando involuntariamente que mi boca se tensara, mostrando una sonrisa - ¿Qué dices, Lilo?

Sus dos manos acariciaban mis hombros, acercando nuestros cuerpos, borrando el espacio tiempo que vibraba a nuestro al rededor. Su pregunta me había dejado perpleja, otra propuesta que no esperaba y que no me parecía una buena idea. Era digna de consultar con mi almohada, y hacer una tabla de pros y contras, asegurándome que había muy pocas razones a favor. Sin embargo, lo tenía frente a mi, con sus ojos verdes, sonrisa de ensueño y esos rulos desordenados, esperando con ansias que alguna tentativa respuesta saliera de mi boca.

Si tan solo hubiese sabido las consecuencias que me traería contestar sus mensajes, no lo hubiese hecho, pero ya era muy tarde, y una fierecilla gritaba dentro de mi lo que mi mente imtentaba callar.

-Vale - respondí seria - Pero solo amigos, nada más.

-Solo amigos - repitió, sin dejar esa sonrisa juguetona que modelaba desde su llegada.

Estiré mi mano, en señal de cierre del trato. Timothée aceptó mi gesto, provocando un suave roce que pareció paralizarnos, y volvernos víctimas de la soledad que la habitación nos brindaba.

En un acto rápido y presuroso, el rizado chocó nuestros cuerpos, envolviéndonos en un dulce abrazo, el cual acepté, ciñéndome a su pecho, dejándome llevar por su particular olor a tabaco y madera húmeda. No quería separarme, me agradaba volver a sentirle de cerca y ganar el tiempo perdido.

Pero nada es para siempre, el café se enfría y las flores se marchitan. Nos alejamos lentamente, manteniéndonos la mirada, sintiendo su aliento golpear mi rostro, al tiempo que su pecho y el mío saltaban al mismo ritmo. Una idea indecorosa corrió fugaz por mi mente, y al parecer por la de él también, ya que sus ojos se desviaron hacia mi boca con descaro.

-Creo que ya debes irte - mi voz salió temblorosa, al igual que el errático movimiento que logró separarnos por completo.

-Si - suspiró, llevando su mano a su cabello.

Le sonreí, para luego abrir la puerta y dejarle salir, perderle de vista y sumergirme en mis alocados pensamientos, agitados por mis revolucionarias hormonas que aún no podían olvidar lo mucho que sus caricias y miradas provocaban en mi, siempre sedientas de un poco más.

Me quedé sola en medio de la sala, la cual de pronto se volvió pequeña, sin poder dar tregua de la escena que acababa de protagonizar. En mi cabeza, solo se repetía el impulso que sentí, de romper la distancia y volver a tocar sus labios.

Esto no podía estar pasando, no a mi, no otra vez, no luego haber pasado tiempo convenciéndome de que ya no le quería.

Pero quizás ese era el problema, aún le quería, no lo había olvidado y mi negativa solo confirmaba mi porfía.










nueeevo capítulo!
dejen sus lindos votosny comentarios jejeje💜
espero que les esté gustando la historia c:
P.D. quédense en casita y lávense las manos💜

Detrás de escena // t.c✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora