t r e i n t a y s i e t e

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Mayo, 2018

Día 2.

-No quiero molestarles, pero me temo que estamos a minutos de cerrar. 

La chica nos sonrió con dulzura, invitándonos a retirarnos del local con suma paciencia y diplomacia. Le dimos las gracias, pagamos y nos marchamos, después de todo, habíamos terminado de comer hace un buen rato, y solo nos encontrábamos sentados, hablando de la vida, disfrutando del cálido ambiente. Y daba las gracias a Timothée que no había vuelto a tocar el tema de nuestros ansiosos y crecientes sentimientos.

Caminamos por las aún atareadas calles, pese a que era casi la una de la mañana. La gente iba y venía, conversando y riendo, animando la oscura noche, que vivía por la felicidad que la primavera traía consigo. 

Podía sentir el aire fluir por nuestros pulmones, recorrer nuestros rostros y cabellos, alocándonos, dándonos el ánimo suficiente para persistir nuestra caminata sin rumbo. Parecía que nada importaba, era un momento mágico, protagonizado únicamente por nosotros, y la genuina risa que brotaba celestialmente desde los labios de mi compañero, cada vez que alguna broma ridícula culminaba con éxito la plática.

-¿Tienes algo que hacer hoy? - preguntó, deteniendo su paso a mitad de la calle.

Fruncí el ceño sin entender su pregunta. Miré a mi alrededor y en seguida la luminosidad atravesó con dureza mis ojos. Estábamos parados, frente a una botillería con un gran cartel que anunciaba que se encontraba abierto. Cerré los ojos, intentando no estornudar, pues muchas veces la intensa luz provocaba ese efecto. Giré mi cabeza, topándome con las verdes profundidades de Timothée, quien me miraba con su semblante interrogativo.

-¿Hoy? - hablé, queriendo entender a qué se refería, ya que era bastante tarde para tener más planes.

-Sí - afirmó - Hoy es sábado.

Abrí mi boca lentamente, sintiéndome estúpida por no caer en cuenta que ya era sábado, y que se refería a qué haría dentro de unas horas, cuando el solo volviera a asomarse por el cielo.

-Dormir, supongo - me encogí de hombros. En verdad solo tenía pensado dormir por el resto del fin de semana para así, recuperar las fuerzas que el trabajo me había quitado.

-¿Entonces no saldrás? - interrogó, entrecerrando sus ojos, volviéndolos chiquitos.

-Creo que no - hablé entre risas.

-Exacto, eso crees - rió. Sus ojos estaban encendidos, hechos fuego bajo una extraña idea que la zumbaba la mente - ¿Te gustaría ir a un bar?

A penas entendí en qué consistían sus planes, una gran sonrisa cruzó a través de mi rostro.

-Claro - contesté.

Sin embargo, el cansancio se apoderaba lentamente en mi cuerpo y las ganas de salir a divertirme decaían cada segundo pasaba. Hice una mueca, contrariando mis palabras, a lo cuál Timothée captó mi mensaje.

-¿No quieres salir? - preguntó, notablemente decaído.

-Quizás podríamos ir a mi casa y beber allí - sonreí, creyendo que sería una mejor idea que ir a un bar, puesto que si me daba demasiado sueño, solo podía ir a mi cama y acostarme

-No - dijo, negando con la cabeza - Vamos a mi departamento - sonrió.

Imité su gesto, aceptando su propuesta. Entramos a la botillería, mirando las estanterías repletas de diferentes botellas de todos los tamaños y colores. Me paseé por el lugar, mirando cada una con detenimiento, casi disfrutando estar en aquel local, al cual no frecuentaba mucho. A medida que avanzaba, podía sentir como el olor a cigarrillos inundaba mis fosas nasales, quemándolas con su eterno sabor a nostalgia y amargura.

Detrás de escena // t.c✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora