v e i n t i n u e v e

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Volver a este lugar, me llevaba inconscientemente a aquel día en donde todo comenzó. Pero, no fue la primera mirada, ni nuestras primeras conversaciones, si no que, ese día confesamos el extraño y creciente sentimiento que se estaba albergando en nuestros corazones. Era una vuelta al pasado, meses brillosos, llenos de vida y esperanza, nada parecido al presente.

Sharon había vuelto de su visita a la casa de sus padre, con una sonrisa más amplia y un humor renovado. Parecía otra persona. Sin embargo, esos aires de relajación se vieron opacados al momento en que cruzó el umbral de la puerta del departamento y pudo ver mi rostro hinchado por tanto llorar. No había querido llamarla para contarle todo lo que había pasado durante su ausencia, puesto que, Navidad era casi la única fecha que tenía para ver a sus padres, y no quería atormentarla con mis odiosos y ya tan conocidos problemas amorosos.

Miré el salvaje vaivén de las olas, que parecían no querer calmarse, queriendo asemejarse a mis complicados pensamientos. Sin pensarlo dos veces, dejé caer mi cuerpo sobre la arena, una vez que mi amiga hizo lo mismo. Nos encontrábamos en silencio, con las piernas cruzadas, sin pronunciar palabra alguna. No se sentía incómodo, al contrario. Sabía que Sharon estaba concentrada, hilando la oración perfecta para terminar la plática que nos había convocado con tanto entusiasmo en medio de aquella desértica playa.

-Creo que eres una tonta - soltó sin más. 

La miré totalmente desconcertada, casi sin poder dar tregua a sus atrevidas y directas palabras. Admito que me dolió un poco escucharlas de su boca, pese a que no era la primera vez que me lo comentaba con tanta naturalidad. Tomé una gran bocanada de aire, conteniendo las lágrimas que pretendían salir sin permiso. Me había vuelto más sensible y llorona, cosa que no me agradaba en demasía.

-Ya lo sé, no es necesario que me lo recuerdes - respondí, comenzando a juntar con la arena bajo mis manos, desviando mi mirada de la suya.

-Entonces, ¿por qué lo vuelves a hacer? - preguntó, dejando caer su espalda en la arena, llevando sus manos hacia su abdomen, entrelazándolas ahí.

-No sé - respondí encogiéndome de hombros.

Mi amiga mantenía sus ojos fijos en el celeste cielo que se nos presentaba con gracia en lo alto, sobre nuestras pequeñas cabezas. Comenzaba a entender hacia donde la charla se dirigía, lo cual causaba un extraño cosquilleo en mi vientre. Aceptar mis problemas y mayores defectos, era trabajo pendiente en mi persona, y no sabía si estaba lista para admitirlo y tomar cartas en el asunto.

-Madura de una vez - murmuró con desinterés - Estás perdiendo tiempo y momentos valiosos que quizás nunca recuperes.

Lo directa y casi nula discreción tras sus palabras, me tenía marcando ocupado. Sentía ganas de llorar y quebrarme entre sus brazos, pero sabía que aquel acto de cobardía solo rebelaría mi desgano por arreglar tanto las cosas con Timothée como conmigo misma. Ya no era secreto que yo era quien tenía la culpa total de nuestra separación, pero en mi interior, me negaba a aceptarlo.

Que difícil es crecer. Y las relaciones humanas.

Dejé caer mi cuerpo sobre la arena, acomodándolo en posición fetal, quedando mi rostro sobre el hombro de Sharon, la cual, al sentir mi cercanía, comenzó a acariciar mi mejilla. Podía ser la mujer más franca del mundo, pero seguía siendo mi amiga y mi eterno consuelo.

-Es difícil - comenté, cerrando los ojos, sintiendo la brisa costera golpear con violencias nuestros sentidos, haciendo volar desordenadamente el crespo cabello de Sharon.

-Lo sé, Lilo - dejó salir una carcajada - Te conozco hace bastante tiempo y sé lo terca y orgullosa que eres. Pero debes dejarlo ir. No es sano para ti.

Seguía sumida en mis intensas emociones que no paraban de recordarme, cada vez que podían, el mezquino encuentro que protagonicé hace unos días con Timothée. Había llegado a la casa con el corazón saliendo de mi pecho, intentando evadir la notable angustia que aquel abrazo había causado. Todo pasó en cámara lenta, sus ojos puestos sobre los míos, igual de hinchados y rotos, presos de vulnerabilidad, la expresión de su cuerpo cuando recibió mi presente, para finalmente, desatar un huracán tras el cálido abrazo que compartimos antes de que desapareciera de la faz de la tierra. Me tiré sobre mi cama, creyendo que todo había sido mentira, una vil alucinación que mi mente se había esmerado en crear. Sin embargo, las fotos intensas de Instagram, de páginas de chismes, confirmaban que todo fue realidad, porque podía verlo cargar la agenda bajo su brazo mientras entraba a un club nocturno.

-No todo está perdido - hablé despacio, más para mi que para Sharon.

-No - rió - ¡Claro que no! - esta vez exclamó.

-A veces siento que me odias - reí ante mi absurda confesión.

Para ser honesta, a veces lo sentía, porque aguantar mi carácter y falta de criterio, no era tarea sencilla.

-¿Qué dices? - con suma rapidez movió su cuerpo hasta quedar sentada como indio, contemplando el insatisfecho oleaje moverse sin cesar - Por supuesto que te odio - sus ojos se fijaron en mi.

-Siempre lo supe - negué desde la arena, fingiendo limpiar falsas lágrimas.

El ambiente se estaba volviendo calmo, alejándose del desenfreno de nuestra cruel conversación. Me sentía más tranquila, capaz de manejar mis emociones y sentidos. Era bueno tener a mi amiga de vuelta.

-Creo que tuvimos suficiente Chalamet por hoy - se puso de pie, para luego ayudarme a pararme - Nos merecemos un café. Está haciendo un frío de mierda - murmuró con fastidio - No sé en que momento se me ocurrió aceptar tu invitación.

Sacudí mi cuerpo para quitar cualquier rastro de arena en mi ropa, para luego comenzar a caminar junto a mi amiga a la primera cafetería que nos pudiera ofrecer algo de calor, ya que pese a que el sol brillaba majestuoso en lo más alto del cielo, no ayudaba a mermar el frío que la brisa costera traía consigo.

Inquieta y aun sintiendo la culpa correr por mis venas, comenzaba a aceptar, lentamente, la verdad tras la derrota de mi pasajero amorío con el joven actor, quien solo provocaba un vació en mi abdomen y un nudo ciego en mi traquea, cortando mi respiración. Sin embargo, y pese a que de a poco entendía mi infantil comportamiento, no creía en la capacidad de un cambio genuino. No iba a intentar volver con él, jurándome dejar de lago el miedo que arrasaba con la poca cordura que reinaba mi ser, porque no quería verlo sufrir, lleno de nuevas esperanzas y fantasías, sabiendo que no era capaz de cumplir aquella sutil promesa.

La conversación con mi amiga, me ayudó a tomar una nueva perspectiva y a ver las cosas de otro modo, uno más real, para nada cegado por mis tormentosas emociones. 

Pero antes de hacer cualquier movimiento, debía estar bien conmigo misma y segura de mis actos.








he aquí otro capítulo! espero que lo hayan disfrutado🤗
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Detrás de escena // t.c✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora