d i e c i n u e v e

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Después de una larga semana, en donde todo se movió en perfecta armonía, orquestada por la rutina insaciable que se apoderaba de las pocas horas libres que tenía durante el día, había llegado la Navidad; la festividad más esperada por Timothée y mi mamá.

Decidimos, luego de una larga conversación, pasar la Navidad junto a mi madre, principalmente porque los padres del rizado no estarían en el país, y ya era demasiado tarde para comprar los pasajes a Francia. Además no podía dejarla sola.

Mi madre tenía el espíritu navideño colado desde el pelo hasta la punta de los pies, todo su ser emanaba Navidad. Había decorado el departamento con todo tipo de guirnaldas y adornos, el árbol no daba más entre pelotas de colores y pequeños muñecos de nieve. Todo estaba en armonía respecto a la fecha, muy al contrario de como habíamos vivido la Navidad en estos últimos dos años con Sharon: nada de adornos, nada de cena, solo una noche más. Sin embargo, este año sería totalmente diferente, especialmente porque Sharon iría de visita a la casa de sus padres en Washington.

Me desperté la mañana del 24, más somnolienta de lo habitual, sintiendo la pereza recorrer mi cuerpo. Timothée dormía plácidamente a mi lado, con la boca levemente abierta. Se veía tan tierno.

-¡Lilo! - escuché la voz de Clarisse desde el otro lado de la puerta mientras la golpeaba repetidamente - Levántate. Ailani está por llegar.

Abrí la puerta más que rápido, despertando a Timothée. Me quedé de piedra al procesar por completo las palabras que mi madre había emitido con tanta felicidad. No crean que me molestaba la llegada de mi hermana, al contrario, me hacía muy feliz saber que luego de tanto tiempo volvería a verla, después de todo era la hermana con la cual mayor afinidad tenía, pese a que nuestra relación se había vuelto más distante desde que me mudé a Los Ángeles y ella a Florida.

-¿Por qué? - le pregunté a mi madre, quien se encontraba vestida y arreglada, lista para salir a hacer las últimas compras para la cena.

-Porque yo la invité - sonrió como siempre lo hacía, con un dejo de burla en sus labios.

-¿Y no pensabas contarme? - como dije anteriormente, me agradaba ver a Ailani, pero me hubiera gustado saberlo desde antes y así preparar una cena mejor, incluso comprarle un regalo.

-Te acabo de contar - dijo - Iré a comprar regalos.

-¿No que irías al supermercado? Ayer quedamos en eso - hablé, recordando la plática que tuvimos ayer por la noche mientras veíamos una maratón de una serie de detectives.

-No, mejor anda tú - sonrió y se acercó para darme dos besos, uno en cada mejilla.

La vi alejarse por el pasillo para luego escuchar como la puerta principal era cerrada. Me dejé caer en la cama, mirando el techo, mientras dejaba pasar el amargo sabor de la pequeña conversación que había tenido con mi madre. Timothée se removió a mi lado, pasando sus brazos por mi cintura, acercándome a su cuerpo. Nuestros labios quedaron a una corta distancia y podía sentir sus dedos a través de mi pelo.

-Buenos días - murmuró sobre mi boca, para luego darme un beso de aquellos que te dejaban sin aliento y con ganas de más.

-Buenos días, guapo - respondí con una gran sonrisa en los labios.

¿Había algo mejor que despertar con Timothée Chalamet a tu lado?

Definitivamente no.

-No debes estar molesta - habló mientras sus dedos viajaban por todo mi rostro, marcando cada una de mis facciones.

-No lo estoy - no estaba segura, pero intentaba con desesperación que mis niveles de enojo bajaran - No esperaba tener que encargarme de todo, eso es todo.

-¿Y qué hay de Ailani? - preguntó riendo.

-¿Estás lista para conocer a tu fan número uno?

-Pensé que era tú - soltó una carcajada.

-Créeme, Ailani lo es.

-Entonces, estoy ansioso por conocerla.

La plática quedó hasta ahí, ya que debíamos levantarnos e ir al supermercado a comprar todo lo que nos faltaba para la cena de la noche. Con la llegada de Ailani, nuestros planes se vieron perturbados, por lo que nos vimos en la obligación de cambiar el menú.

Nos levantamos más que ligero, tomamos desayuno y de un segundo a otro ya estábamos en el auto del rizado rumbo al supermercado. No me di cuenta, hasta que me senté en el asiento del copiloto, que mi corazón latía de forma frenética, mis manos sudaban mientras mi respiración se volvía irregular. La ansiedad comenzaba a correr por mi sangre a medida que pasaban los minutos. Timothée pareció notarlo, porque posó su mano sobre la mía, para luego darme una rápida mirada.

-¿Estás bien? - preguntó. Se le veía preocupado.

-Si - respondí - Estoy bien - sonreí como pude.

-No me tienes que mentir.

Llegamos a un semáforo en rojo, donde Timothée puso toda su atención en mí y en cosa de segundos, unas grandes ganas de llorar se apoderaron de mi cuerpo, especialmente cuando nuestros ojos se conectaron. Casi como acto reflejo, el rizado apretó mi mano, dándome apoyo, pese a que no entendía qué era lo que me estaba pasando.

-De verdad lo estoy - le di una sonrisa muy leve, mis labios apenas se curvaron.

-Estoy contigo, no lo dudes.

Asentí con la cabeza, moviéndola pausadamente. No volví a hablar hasta que llegamos al supermercado, en donde se estacionó.

Un silencio monumental se instauró entre nosotros y fue en ese momento cuando me di cuenta cual era la razón de mi ansiedad: era la primera vez que saldríamos a la calle juntos y eso significaba las teorías sobre nuestra relación comenzarían.

-No tienes que estar asustada - comenzó a hablar con la cabeza gacha, mirando sus manos sobre su regazo. Él sabía exactamente lo que estaba pensando - No pasará nada.

-No sé si estoy preparada - confesé, sabiendo que había dicho anteriormente que no me importaba si el mundo se enteraba de nuestra relación.

-¿Te puedo hacer una pregunta? - alzó su mirada y ahí pude ver sus ojos levemente rojos y llorosos.

-Si - murmuré.

-¿Algún día lo estarás?

Abrí mi boca para responder, pero la cerré inmediatamente. Quería decirle que si, que lo estaría y que lo estaba, sin embargo me era imposible. Sentía un nudo apretando mi garganta, el cual no dejaba salir palabra alguna, pese a que sus ojos me imploraban una respuesta.




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