t r e i n t a y c i n c o

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A penas mis pies tocaron la pulcra habitación de Timothée, mis pensamientos viajaron hacia la primera vez que estuve en aquel lugar. Los nervios me carcomían y las ganas de confesar mis bastos sentimientos, ahogaban mi traquea, pidiendo a gritos que dejara salir lo que tanto me estaba guardando. E increíblemente, me sentía de la misma manera, las manos me sudaban y esperaba con ansias tener la conversación que habíamos callado bajo la petición idónea del rizado.

Me moví por el lugar, sintiéndome parte de él. Encajaba en cada paso, a medida que daba vueltas por la habitación oscura, iluminada únicamente por la luz que entraba por las cortinas levemente abiertas. Cerré los ojos, y bajo la mirada atenta de Timothée, quien se encontraba de brazos cruzados, apoyado en el umbral de la puerta, me dejé caer sobre la cama, la cual me abrazó entre sus suaves colchas. Cerré mis ojos y sentí mi mundo dar vueltas, el alcohol aun era parte de mi torrente sanguíneo. Sin embargo, era consciente de cada uno de mis movimientos y palabras, el licor no había logrado nublar mis sentidos.

-¿Por qué no vienes? - pregunté, sin abrir mis ojos.

A los minutos sentí su cuerpo caer junto al mío. Extendí mi mano hasta tomar la suya, la cual estaba fría y tiesa. La apreté con premura, para luego abrir mis ojos y dejarme envolver en su cálida mirada. Sonreí, dejando salir aire por mi nariz.

-No puedo creer que estés aquí - murmuró cuando toqué sus labios con sutileza.

-Soy un espejismo - bromeé.

-El mejor de todos.

No tardó mucho en ponerse de pie, cargarme y arrojarme a la cama nuevamente, quedando debajo de él.  Comenzó a besar juguetonamente mi rostro y cuello, mientras sus brazos se encontraban a un lado de mi cuerpo, para así no dejar todo su peso sobre mi anatomía. Le seguí el juego, dejándole suaves besos por el rostro, pese a que me era bastante difícil, debido a lo mucho que se estaba moviendo.

-Quédate quieto - murmuré entre risas.

-¡Jamás! - exclamó, acunando mi cara entre sus manos.

Nos dimos vuelta en la cama, cambiando de posición, ahora yo me encontraba arriba. Timothée se sentó sobre el colchón, acercándonos, provocando que mis labios quedaran a escasos centímetros de los suyos. Solo debía estirar los míos y estaría tocando la mismísima gloria. Lo quería, lo deseaba más que nada.

-¿Lo hago tú o yo? - pregunté de manera atrevida.

-Tú - dijo sobre mi boca.

Alentada por sus calurosas palabras, uní nuestros labios en un dulce y ardiente beso, que no logró mermar el ferviente deseo que me recorría el cuerpo, muy por el contrario, me encendió más que nunca, y sentí el atrevimiento de quitar su camisa y lazarla por la habitación. Me detuve cuando el oxígeno me hacía falta, aprovechando la instancia para apreciar sus ojos verdes, que a esa altura estaban oscurecidos por la pasión que envolvía el ambiente.

-Te quiero, Lilo - habló sin miedo.

No detuve mis manos ágiles y mis besos, fue música para mis oídos escuchar su confesión, atada a la tormentosa realidad que estábamos protagonizando. Intenté responder de la misma manera, de hacerle saber que el sentimiento era mutuo, que incluso, lo amaba, pero no pude, sus labios interrumpieron la lentitud de mis pensamientos. 

Olvidé todo y me dejé caer ante aquel círculo vicioso de amor al que estábamos jugando. Disfrutaba su cuerpo, su alma y su ser entrando dentro de mí. Todo era una experiencia nueva, expuesta a ser revelada bajo la temática del terror inexplicable que calaba en la poca cordura que pretendía tener. Sin embargo, en medio de mi éxtasis ancestral, colmada de palabras pasajeras y sueños rotos, entendí que una parte de mí ya estaba unida a él y que necesitaba decirle todo lo que me estaba ocurriendo. No lograba imaginar mi vida sin él, quería tenerlo por el resto de mis días y estaba más que dispuesta a conseguirlo. El miedo se alejó de mi cuerpo, y como si mi antiguo yo se removiera de mi ser, una paz y confianza, que nunca antes había sentido, se posicionó dentro de mi cuerpo, recorriendole a través de mis venas, dejando ningún espacio vacío, sin llenarme de esa vitalidad desconocida.

Me separé abruptamente, tomando su rostro en mis manos, respirando sobre sus labios. Timothée respiraba agitadamente, sin entender a qué se debía mi inesperada lejanía.

-Te quiero - confesé, sintiendo las lágrimas rodar por mis mejillas. Mi cuerpo se volvió más liviano y me sentí flotar - Te quiero, Timothée.

El rizado sonrió, mientras sus ojos de a poco se iban cerrando. Lo besé, porque no quería escuchar lo que iba a decirme, esperaba disfrutar ese momento de auténtica realidad, como si fuera un tesoro, uno perdido que acababa de encontrar.

El resto de la noche fue un sinfín de emociones genuinas, cargadas de amor. Cada toque lo sentí recorrer mi cuerpo, mi cabeza había dejado de pensar con normalidad, estaba totalmente enredada entre sus suaves caricias. 

Nos hicimos uno, gritando de placer y éxtasis nuestros nombres entre los labios como jadeos perdidos, cariñosos e hipnóticos. Me sentía bien, amada, como no lo hacía hace tiempo.

El momento fue tan mágico e irreal, que pedí con todas mi fuerzas que se hiciera eterno, que no terminara, que pudiera estar a su lado para siempre.

Me dejé caer con pesadez una vez el orgasmo atravesó mi cuerpo. Estaba cansadísima y el alcohol aun seguía merodeando mi cuerpo, causando que el cansancio fuera el doble. Acurruqué mi cabeza en su pecho, el cual subía y bajaba, intentando calmar su respiración. Me puse de pie y caminé hacia el baño.

Una vez adentro me miré en el espejo y no pude evitar reír ante la imagen que veía. Mi cabello estaba desordenado, mientras mis mejillas estaban teñidas de un rojo intenso, era muy gracioso verme de esa manera, especialmente al saber el motivo de mi peculiar apariencia.

Terminé de hacer mis necesidades y volví a acostarme junto a Timothée, quien me envolvió entre sus brazos inmediatamente. Fundí mi cabeza en su pecho, sintiendo el delicioso olor que se cuerpo emanaba, ayudándome a quedarme dormida, con una gran sonrisa en el rostro.

En mis sueños, lo visualicé en el mar, caminando sin temor a hundirse, mientras extendía su mano en mi dirección. Lo veía borroso, cubierto en nubes espesas que no me permitían ver por completo su rostro. Sin embargo, decidí acercarme, tomarle la mano y hundirme junto a él en el vasto océano.




oigan! dejen sus lindos votos y comentarios jeje espero que la historia les esté gustando y también les ayudé a pasar la cuarentena<3 no olviden que si quieren hablar con alguien, aquí estaré c:

PD. recuerden lavar sus manitos!




Detrás de escena // t.c✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora