v e i n t i d o s

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Maratón 1/2

Marzo, 2018

El calor matutino entraba con fuerzas por las ventanas abiertas de par en par, permitiendo que el sol rebosase su calor, volviéndome loca. Estaba despierta desde las siete de la mañana, ya que los rayos del sol interrumpieron mi sueño sin pudor alguno. Me daba vueltas en la cama, intentando volver a coinciliarlo, pero me fue imposible; por lo que decidí ponerme de pie y terminar de arreglar las maletas para volver a Los Ángeles el día siguiente.

Sin embargo, mis planes se vieron arruinados cuando mi teléfono vibró, anunciando la llegada de un nuevo mensaje. 

"No quiero sonar ansioso, pero me cancelaron la entrevista de hoy. ¿Quieres salir antes?"

Mi corazón dio un vuelco al leer aquellas palabras, porque ansiaba la llegada de este encuentro, desde el momento en que Timothée desapareció de mi lado, dejándome con una extraña sensación de vacío que solo era calmada, a medida que intercambiábamos mensajes de manera esporádica para arreglar un nuevo encuentro. 

Volví a leer el mensaje, llevando la amarga taza de café a mi boca, quemando mi garganta, reviviendo los sentimientos que florecían desde aquellas palabras.

"¿A qué hora?"

Envié rápidamente. Respiré, intentando calmar mi mente y corazón que divagaba por mis más oscuros deseos, en donde el protagonista era él.

"Ahora."

En cosa de segundos llegó su respuesta que no tardé en leer. Sin embargo, no me dio tiempo, ni siquiera de pensar una respuesta cuando el timbre del departamento sonó, retumbando por todo el piso. Me puse de pie y caminé hacia la puerta. Al abrirla, quedé en estado de shock. Timothée se encontraba al otro lado, sonriendo y con un regalo en una de sus manos.

-Hola - habló, ayudándome a volver a la realidad.

-Timothée, no esperaba que llegaras ahora - comenté, riendo de manera nerviosa.

-Quería verte - confesó, provocando que sus mejillas se tiñeran de un bonito carmesí - ¿Puedo pasar?

Asentí, haciendo a un lado mi cuerpo para que así él pudiera entrar. Cerré la puerta tras mi espalda y me dirigí a la isla de la cocina, donde el rizado se encontraba sentado, con la mirada fija en el regalo sobre la mesa. Estaba nerviosa y contenta. Me alegraba de sobremanera su visita, al punto en que mis movimientos se volvieron erráticos y mis pensamientos fuera de lugar. Me senté a su lado, no sin antes ofrecerle una taza de café o un vaso de agua, a los cuales se negó, diciendo que ya había tomado desayuno.

El silencio que se instauró sobre nosotros, no hizo más que aumentar mis nervios y los de Timothée, quien me sonreía de medio lado, sin intención alguna de hablar. Respiré hondo, devolviéndole la sonrisa de la misma manera, presa de los nervios. Llevé el tazón de café a mi boca para al fin terminar el eterno contenido, que se encontraba frío y agrio.

-Te traje esto - habló cuando dejé la taza sobre la mesa - No es mucho, pero la intención es lo que cuenta.

-¡Dios, Tim! - hablé, mordiendo mis labios, presa de la emoción que me causaba aquel pequeño detalle - No era necesario.

-Quería darte algo - sus mejillas volvieron a ponerse rojas.

Abrí el paquete y ahí estaba uno de mis libros favoritos: "Mujercitas". Le di una rápida hojeada, para toparme en la mitad del libro, con una carta que tenía escrito mi nombre. Sonreí, sin poder creer lo que mis ojos estaban viendo; primero, porque no había motivo aparente para aquel presente, y segundo, ¿cómo sabía que esa era una de mis historias predilectas? Dejé el libro sobre la mesa para saltar hacia los brazos de Timothée, agradeciéndole el bello e inesperado gesto.

-¡Muchas gracias! - exclamé, alejándome de su cuerpo.

-No es nada - respondió mientras movía uno de sus mechones de cabello tras su oreja, sin dejar de sonreír.

-¿Cómo lo supiste? - pregunté, porque necesitaba saberlo, no podía quedarme con la duda.

Timothée tomó mis manos y dejó un suave beso en cada una de ellas. Mi respiración se aceleró y solo quería abrazarlo y darle las gracias por el resto de la eternidad; porque pese a que amaba ese libro, nunca había encontrado una edición que me gustara y aquella era más que perfecta: tapa dura, hojas gruesas, olor a libro, pasión en cada página.

-Recordé una de nuestras conversaciones - respondió con calma, sin dejar la larga sonrisa que revelaba su felicidad - En donde me dijiste que sería el Laurie perfecto.

Sentí mis mejillas arder al recordar como por mi mente pasó la loca idea de ver a Timothée vestido de época, representando al primer amor de mi pubertad.

-No sé como agradecerlo - confesé, suspirando, dejando de lado la vergüenza que me había dejado aquel recuerdo.

-No tienes por qué.

De a poco, como si nuestros cuerpos fueran imanes y estuvieran obligados a encontrarse, nos fuimos acercando, lento, sin prisas, dejando al descubierto el deseo que nos invadía. Nuestros labios se juntaron y el resto fue historia. 

Nada fue diferente a todo lo vivido anteriormente, a excepción del extraño sentimiento que me removió el corazón cuando lo vi, recostado, con los ojos cerrados y el abdomen contrayéndose mientras intentaba calmar su respiración. Fue como un llamado de atención, mi mente intentando hablar lo que mi mente solo quería callar.

Me moví entre las sábanas hasta que mi cabeza quedó sobre el pecho de Timothée, quien envolvió sus brazos al rededor de mi cuerpo. Mis manos se movieron de manera sigilosa por su torso desnudo, disfrutando del contacto de nuestras piel, pese a que no podía dejar de pensar en la próxima vez que nos veríamos, cuando sería el gran día de nuestro reencuentro.

-¿Puedo preguntarte algo? - hablé sin dejar de mover mis manos.

-Adelante - respondió.

Nuestros cuerpos se removieron hasta que nuestros rostros quedaron frente a frente. No había manera de escapar. Su atención estaba completamente en la inquietud que estaba a segundos de revelar.

-¿Cuándo nos volveremos a ver? - sonó casi como un murmuro, porque era menos vergonzoso pensarlo que decirlo.

Una carcajada se escuchó por la habitación y solo deseaba que la Tierra me tragase.

-Cuando quieras - dijo finalmente, sin dejar de sonreír.

-Hoy es mi último día aquí en Nueva York - le conté, sintiendo mi cuerpo más tranquilo.

-¿De verdad? - su ceño se frunció.

-Si - sonreí - Estoy trabajando en un nuevo proyecto y además vivo allí.

-Yo me iré en unos meses - comentó, moviendo su cuerpo hasta quedar con la espalda totalmente apoyada en el colchón - Bueno, aun no lo sé.

Quería responder y preguntarle por qué se mudaría a aquella maravillosa ciudad, pero mi celular sonó, anunciando una llamada entrante. Por lo que, nuestra conversación quedó suspendida y olvidada en medio de una larga despedida que intentábamos dilatar, pese al paso de las horas.





lo prometido es deuda, así que está el primer capítulo de la maratón!
espero que lo disfruten 💕

Detrás de escena // t.c✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora