Había tomado una decisión que cambiaría el rumbo de nuestra relación, pero aún no sabía si lo haría para bien o para mal. No tenía ni la menor idea de cómo las cosas se moverían desde mañana, ni como sería el ritmo que mantendríamos para que nuestro contacto no fuera esporádico, y así poder mantener la llama de la relación, porque por mucho que nos amábamos, los meses pasarían lento bajo la espera incesante de nuestro próximo encuentro.
Me sentía extraña, como si mi cuerpo flotara a través de la blanca habitación, a penas iluminada por el sol que ya salía de su escondite. Abrí la ventana, intentando encontrar un poco de aire fresco, el mismo que me haría sentir menos ahogada, porque de pronto, al recordar qué día era, todo se redujo a un extraño sentimientos de pavor.
-¿Estás bien? - preguntó la ronca voz de Timothée.
Me di la vuelta, topándome con su delgada figura recostada sobre la cama, en medio de las sábanas blancas. Era como ver a un ángel, escondido tras esos rulos enrredados que cubrían la mitad de sus ojos, los cuales brillaban perennes ante la ausencia de una alegría real. Porque por muchas promesas que nos habíamos hecho durante las últimas horas, nada nos garantizaba que todo ocurriría tal cual lo habíamos planeado.
-Estoy un poco triste - contesté, sonriendo de medio lado, así como que no quiere la cosa.
-Todo estará bien - asintió, mientras movía su cuerpo para darme un espacio a su lado en la cama.
Me dejé caer a su lado rápidamente, sin siquiera a detenerme a pensar en la hora. Sus brazos envolvieron mi cuerpo, agarrándolo firme, piel contra piel. Cerré mis ojos cuando sus manos comenzaron a acariciar mi cabello, queriendo memorizar cada sutil movimiento; el como sus dedos se entrelazaban con delicadeza con cada mechón, al mismo tiempo en que su pecho subía y bajaba lentamente, en un letargo ausente, preso de la envidia que ese momento traería para nuestras solitarias noches en vela. Se sentía tan bien que deseaba con todas mi fuerzas detener el tiempo, quedarme a su lado en aquella armoniosa danza fluvial, anhelo despechado de una corriente solemne y austera de nuestras almas.
-Te voy a extrañar - confesé, sin abrir mis ojos.
La mano que antes acariciaba con fervor mi cabeza se movió sigilosa hasta mi mejilla, descansando allí. Lentamente, como si el sol estuviese cegándome, abrí mis ojos. Le vi sonreír y eso bastó para fundirnos en un apasionado beso, caliente como el solo, deseoso de demostrar el afán mutuo.
-No serás la única - habló alejándose lentamente.
-Sé que será por unos meses, pero aún así me siento triste - reí con amargura, acariciando el brazo desnudo de Timothée.
-Tú lo dijiste, solo serán unos meses - sonrió, para luego dejar un casto beso en mi frente.
-Lo sé - suspiré con pesadez.
Me acerqué sin temor a los labios del rizado, provocándoles, esperando que la batalla campal volviera a desatarse, pero muy por el contrario, recibí un pequeño beso que se convirtió en un abrazo voraz. No quería llorar, no quería mostrarme débil ante mi misma, pero no podía. Había esperado semanas por este reencuentro, y no esperaba volver a separarme de su lado tan rápidamente.
-Es hora de levantarse, o si no perderás el vuelo - susurró despacio, trayéndome de vuelta a la realidad.
Me separé a duras penas, como si la vida se me fuese en ello. Me puse de pie y caminé perezosa al baño, en donde esperaba que la ducha con agua caliente pudiese tragarse el llanto ahogado que se concebía con fervor en mi garganta.
Y así fue, el agua corrió por mi cuerpo con entusiasmo, abrazando cada una de mis curvas, mientras entibiaba mi corazón. Y pese a que me prometí no llorar, minutos antes de entrar a la ducha, las lágrimas se entrelazaron con el golpeteo inquebrantable de la caída libre de las gotas. Me sentía presa entre la espada y la pared, sin saber si había tomado la decisión correcta, porque no debería estar sintiéndome tan desolada horas antes de partir rumbo a trabajar en un nuevo proyecto que me abría muchas puertas en este mundo que tanto amaba. Era una burla genérica, que me impedía sentirme triste por completo, porque sabía que mi carrera profesional valía tanto como el amor invernal al lado de Timothée. Quería ambos, pero no se podía, y por eso lloraba.
Ya una vez vestida y con mi cabello seco, caminé hacia la cocina, en donde se encontraba Sharon junto a Timothée y Collins. Al ver a mi amiga tan flamante entre sus rizos castaños, sonriendo de oreja a oreja, no pude aguantar el llanto inminente, por lo que las lágrimas no tardaron el salir.
-¡Dios, Lilo! - chilló Sharon al verme.
Dejó de hacer lo que estaba haciendo para correr a mi encuentro, envolviéndome entre sus brazos. No tenía palabras para explicar lo mucho que extrañaría las charlas matutinas y nocturnas junto a aquella mujer.
-Estoy bien - sonreí mientras me separaba de sus brazos, para así poder secarme las lágrimas.
-¿Segura? - habló Collins desde su asiento.
-¡Si! - exclamé con seguridad.
Respiré profundamente, dejando mis lágrimas a un lado para así poder disfrutar del gran desayuno que se desplegaba a lo largo de la isla de la cocina. Me senté junto a mi amiga y reímos con ganas, disfrutando del último desayuno que solo volveríamos a compartir una vez volviese a mi hogar. Comimos, conversamos y gritamos, todo a la vista de las personas que amábamos, quienes, por cierto, nos siguieron en cada una de nuestras bromas de mal gusto.
El tiempo pasó volando, y en un abrir y cerrar de ojos, ya estaba con mi maleta en mano, dando abrazos y besos, deseándoles a todos un buen porvenir. Suspiraba continuamente, intentando aferrarme a ese cuerda que me ayudaba a no caer en la nostalgia absoluta, pero ver a Sharon llorar desconsoladamente, tal magdalena, hacía mucho más difícil mi trabajo.
-Más te vale que me llames seguido - habló la castaña, dejando un sonoro beso en mi mejilla.
-Todos los días, lo juro - reí, ahogando un suspiro.
-¡A mi también me tienes que llamar! - exclamó Collins, agarrándome uno de mis brazos.
-Todos los días - asentí, envolviendo mis brazos alrededor de su cuerpo.
-Cuídate mucho, Lilo - susurró en mi oído.
-¿Estás lista? - preguntó Timothée, asomándose por el pasillo, terminando de abrochar su camisa.
-Si - respondí, mordiendo mi labio tembloro.
-Entonces, vamos - sonrió.
Y con esas cortas palabras, di por finalizada nuestra despedida. Tomé mi maleta y me encaminé junto a Timothée hacia la puerta principal, ya que él me acompañaría hasta el aeropuerto. Antes de cerrar la puerta, aproveché darle una larga mirada a todo el departamento y a la feliz pareja que se despedía eufórica.
Este viaje estaba recién comenzando y pese a que me dolía el alma recordar que ya no tendría a Timothée a mi lado todos los días, estaría siempre presente en mis pensamientos y videollamadas.
Y aquí está el último capítulo! Espero que les haya gustado!
No olviden que aun queda el epílogo, y allí podrán saber que ocurrirá!
Muchas gracias por leer, votar y dejar sus lindos comentarios<3 muy pronto subiré el epílogo!
P.D. cuídense mucho!
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Detrás de escena // t.c✔️
RomanceEn la abrazante ciudad de Los Ángeles, Timothée y Lilo se ven envueltos en un candente romance durante la grabación de una nueva película. Sin embargo, todo se torna difícil cuando los sentimientos comienzan a florecer. ¿Podrá Lilo aceptar el crecie...