v e i n t i c i n c o

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En medio de la oscuridad y el sonido inevitable de la noche y las olas romper en la orilla del mar, me desperté, sintiendo un cuerpo moverse tras mi espalda. Me quedé quieta e intenté aguantar la respiración lo más que pude; un par de segundos, nada extraordinario.
Me di la vuelta y pude ver como la silueta de Timothée se movía inquieta por la habitación, buscando algo, supuse que su ropa. No me atreví a hablarle, así que volví a cerrar mis ojos. Parecía que no me notaba y que solo quería salir corriendo de allí.

Una fuerte y helada brisa cruzó en medio del cuarto, provocando que un suspiro ahogado me cortara el ritmo de la respiración.

Abrí mis ojos por inercia y pude ver la rizado observándome, escudriñándome con la mirada. Intenté hablar, pronunciar alguna palabra, pero mis cuerdas vocales ni siquiera hacían el intento de vibrar. Timothée se sentó sobre la cama y acarició mi cabello. Las lágrimas no demoraron en salir, sus sollozos inundaban la tensión del ambiente. No entendía que estaba pasando o lo que pronto pasaría.

Me senté sobre el colchón, sintiendo como el tacto del rizado se alejaba al tiempo en que mis manos tocaban las suaves sábanas, mientras el frío invernal se apoderaba de mi cuerpo, únicamente cubierto por una delgada y holgada blusa, además de mis bragas. Pasé mis brazos por mis piernas, abrazándolas, mientras apoyaba mi cabeza sobre mis rodillas. Mi compañero no dejaba de mirarme, pese a que la oscuridad hacía casi imposible dicha acción, y lo único que ayudaba eran las tenues luces de la ciudad, que entreban con sigilo a través de la ventana.

-Tenemos que hablar - susurró.

Su áspera y seca mano se posó en mi mejilla, provocando que por acto reflejo, cerrara los ojos, queriendo guardar aquel mágico tacto en mi memoria.

-De acuerdo - susurré.

Sentía como lo que se aproximaba no sería parte de mi felicidad, mucho menos de los planes que mi mente se empeñaba en crear. Me mantuve quieta, en la misma posición que de alguna forma me traía protección.

-Creo que ya no puedo más - sus palabras salían rápido, como si no quisiera realmente decirlas - Cada vez que nuestra relación sale en redes sociales, me ignoras y finges que no somos nada - hizo una pausa, para alzar su mirada y toparse con la mía. A través de la penumbra, podía apreciar como los músculos de su rostro se contraían, provocando una extraña sensación de inquietud dentro de mi pecho - ¿Acaso soy una molestia? - preguntó entre ahogados sollozos - ¿Te da vergüenza salir conmigo?

Podía notar como su respiración se agitaba, cada vez que una preguntaba brotaba entre sus labios. El ambiente se había vuelto tenso, se podía ver entre los halos de luz y la fuerte corriente de viento que incrementaba su ferviente vuelo, queriendo llevar todo lo que estuviera a su paso, incluso el tormentoso amor que envolvía nuestra relación.

Me sentía estúpida y patética. Nunca antes había hecho sentir tan mal a alguien, mucho menos a alguien que se había vuelto importante en tan poco tiempo. A alguien, quien no merecía sufrir, porque no había hecho nada, además de darme su amor y lealtad.

Pasé mi lengua por mis labios, mojándolos levemente, mientras sentía como mis ojos comenzaban a picar.

-Timothée... - a penas murmuré, porque el creciente nudo en mi garganta no me dejó continuar. Sentí su mano alejarse de mi rostro. Quería llorar.

-¿Esto es lo que quieres? - preguntó, sin esconder la ira que su cuerpo escupía en cada uno de sus movimientos - ¿Quieres estar siempre a escondidas? ¿Detrás de escena?

Dolía. Dolía, porque no podía creer lo que estaba escuchando y no quería vivir aquella metafórica situación. Sin embargo, sabía que era cuestión de tiempo. No hay mal que dure sin años, ni tonto que lo aguante. Y Timothée terminaría cansándose de alguna u otra manera.

La única culpable era yo, y lo sabía, era tan obvio, que me ardía el pecho por ver al rizado llorar tan honestamente, abriendo su alma hacia alguien que solo podía fijarse en sí misma, es decir, yo.

-No...

Su grave y rasposa voz, resonó por toda la habitación, callando las erráticas palabras que saldrían de mi boca, evitando la eminente tragedia.

-No sé que hacer, Lilo - mi nombre entre sus labios era un poema, digno de admiración - Me cansé - una pequeña y sarcástica sonrisa se asomó por su rostro y me quebré, algo se removió con furia, matando la poca resistencia que mi cuerpo estaba ofreciendo - No puedo seguir así.

Sentía unas silenciosas lágrimas caer por sobre mi mejilla, lentamente, hasta perderse por mis piernas, mientras mis brazos se aferraban a ellas, intentando encontrar algo de estabilidad. No sabía que decir, ninguna palabra parecía adecuada y el silencio actuaba como una tímida aceptación.

-Tienes razón - me costó más de lo que creí pronunciar esas dos palabras, porque el nudo crecía y crecía, apresando el poco aire que se consumía en cada agitada inhalación.

-¿Eso es todo? - preguntó, poniéndose de pie con desesperación - ¿No dirás nada más?

Negué con la cabeza, llevando mi mano hacia mis ojos, secando cualquier indicio de llanto. Me puse de pie y con cautela, en medio de la penumbra, caminé hasta quedar frente a Timothée, quien al sentir mi mano sobre su mejilla se retiró bruscamente.

No dijimos nada, había terminado y yo no había puesto ningún tipo de resistencia, pese a que quería saltar sobre sus brazos y rogarle que se quedara a mi lado, que cambiaría y que ya no tendría más miedo a hacer pública relación, pero me era imposible, porque me conocía tan bien, que no podía, por más que quisiera y por más que lo intentara. Ya lo había defraudado un par de veces y no quería hacerlo más. No lo merecía.

Caminamos hasta la puerta principal, sintiendo el fin tan inesperado que nos deparó el destino a nuestra extraña relación que tuvo un comienzo singular, nada parecido a una novela romántica de aquellas que tanta repulsión me produjeron en mi solitaria adolescencia.

A penas mi mano se posó sobre la fría manilla, la temblorosa mano de Timothée se posó sobre la mía. Un frío escalofrío se coló por mi cuerpo, obligándome a posar mi mirada sobre la de él, la cual imploraba alguna respuesta tras esas orbes oscuras e hinchadas.

-¿Quedamos bien? - su pregunta me tomó por sorpresa, pero la entendía, porque seguiríamos trabajando juntos, viéndonos todos los días por dos semanas más, así que era fundamental mantener una buena relación, que no intervinieran nuestros problemas personales.

-Si - sonreí, o al menos lo intenté.

Timothée se acercó dudosamente hacia mi cuerpo, posando una mano sobre mi mejilla. Cerré los ojos para luego sentir sus suaves labios por última vez en un corto, pero anhelado beso.

Cuando los abrí, el tacto se había perdido y su esbelta figura se alejaba entre rápidas pisadas por el pasillo. Cerré la puerta, sin querer ver como se iba para no volver.

Mi llanto se volvió imparable, nada podía sosegarlo. Me metí en la cama, tapando mi cabeza entre las sábanas y frazadas que me invitaban a desplomarme en la larga noche que se avecinaba, porque no podría olvidarlo, ya que el olor de su ser seguía impregnado en la cama, en mi cuerpo y en cada pensamiento que me bloqueó los sentidos en esa solitaria e inolvidable noche.










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Detrás de escena // t.c✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora