c i n c u e n t a y t r e s

757 61 2
                                        

Octubre, 2019.

Frente a la elocuencia de los días, y las agotadoras jornadas de trabajo, estar acostada en mi cama, echada, perdiéndome entre las manillas del reloj, sin presión alguna para levantarme temprano, me parecía un sueño casi imposible.

Mis ojos comenzaban a cerrarse lentamente, mientras mis brazos caían agotados sobre la mesa de cristal. La silla giratoria, de pronto se volvió tan cómoda, que mi cuerpo, inevitablemente, comenzó a acurrucarse sobre ella, hasta que finalmente, me dejé llevar por la ligereza del momento, terminando de posicionar mi cabeza sobre mis brazos. Sin embargo, mi descanso no duró mucho, ya que tan pronto sentí mi cuerpo caer en el sueño, la puerta de la oficina fue abierta con violencia. Me enderecé más que ligero, sintiendo la adrenalina correr por mi cuerpo, porque a decir verdad, no era para nada bien visto quedarme dormida durante la jornada laboral.

-Agredece que no fue Henry quién entró - rió Collins, dejando caer su anatomía sobre la silla a mi lado.

-Casi me has matado del susto - suspiré, intentando calmar mi respiración.

-Esa era la idea - bromeó, ganándose un pequeño golpe en su rostro

-¿Qué te trae por aquí? - pregunté curiosa, acomodando mi cuerpo sobre el respaldo de la silla.

-Dormir - sonrió nervioso - Pero en el camino me encontré con Timothée y me dijo que te necesitaban en los vestidores.

-¿En los vestidores? - inquirí, fruciendo el ceño.

-Si - respondió escueto, subiendo sus hombros.

Suspiré, cerrando mis ojos, pensando para qué me necesitarían en los vestidores. Me era extraño, porque ya habíamos discutido todos los problemas que pudiesen surgir de primera, así que, suponía que mi presencia allí sería solo para seguir ahuyentando las mismas inquietudes.

Sin decir más, me puse de pie y caminé con pasos perezosos por el pasillo, indagando entre mis divagaciones más féretras. Me daba cierta gracia saber como mis sentidos se volvían dóciles y risueños, cada vez que el cansancio se acumulaba en mis hombros. Los días pasaban y pasaban, sin detenerse ante las complicaciones que la puesta de escena nos estaba dando, las cuales me tenían batallando contra una migraña horrorosa que parecía que acabaría con la poca cordura que me quedaba. Esperaba con tantas ansias la hora de salida, que recordé mi época escolar, perdiéndome en esos lindos recuerdos.

De pronto, en medio de mis pensamientos, sentí como alguien agarraba mi brazo y me empuja al interior del baño. Intenté chillar, pero la misma persona puso su mano sobre mi boca, evitando que cualquier sonido saliese de mi boca. Pude sentir el pánico correr a través de mi torrente sanguíneo, hasta que la burlona sonrisa de Timothée se entrometió en mi campo visual.

-¡Eres un imbecil! - exclamé una vez quitó su mano de mi boca.

-Lo siento - susurró, dejando salir una tierna sonrisa.

Me crucé de brazos sin decir palabra alguna, dedicándome en silencio a observar cada detalle de su persona. Sus mejillas estaban más rojas de lo habitual, provocando un contraste perfecto entre el delgado vello que intentaba crecer en su rostro. Su cabello iba desordenado, dejando los rulos rebeldes, mientras que su postura era floja y escueta bajo esa ropa ancha oscura que tanto le gustaba usar. No lo podía negar, se veía realmente hermoso.

-¿Está muy buena la vista? - comentó entre risas, acercando lentamente su cuerpo hacia el mío.

-No - mentí con descaro, mordiendo mi labio.

-No te creo - negó.

Pasó sus manos por mi cintura, perdiendo la poca distancia que nos separaba. Inmediatamente, y casi como acto reflejo, pasé mis brazos por entre sus hombros, acomplándome a la perfección a su cuerpo.

-¿Y ahora? - hablé a modo de broma, sin quitar mi mirada de sus labios, los cuales parecían pedirme a gritos que los besara.

-Menos - suspiró.

Y yo caí rendida ante sus encantos, tal princesa esperando por el beso del príncipe encantador que la desencadenaría de todos sus pesares. No me importaba en absoluto que estuviésemos en un baño, cualquier lugar me parecía cómodo para poder tener un momento de intimidad junto a él. Así que, en un rápido movimiento, el rizado apoyó mi cuerpo sobre la puerta, asegurándose en medios de fogosas caricias, cerrarla con llave.

Y bendito sea el momento en qué tuvo semejante idea, ya que solo bastaron unos cuantos minutos para que la puerta fuera golpeada con insistencia, preguntando si había alguien adentro.

-¡Está ocupado! - grité, intentando mantener la compostura, ya que Timothée seguía mordisqueando mi cuello, causando una y mil sensaciones en mi interior.

Una vez dejamos de escuchar los pasos del desconocido, empujé con cariño el cuerpo de mi compañero, manteniando la distancia suficiente como para no volver a caer en sus tentadoras garras. Me miré en el espejo, intentando arreglar mi ropa y cabellos desordenados, mientras miraba mi cuello, esperando no tener ninguna marca. Timothée, por su parte, me miraba a través del espejo con una sonrisa ladina, casi burlesca, que provocó que elevara mi ceja, cuestionando sus acciones.

-¿Qué? - preguntó serio, pasando sus manos por mi vientre, pegando su abdomen a mi espalda.

-¿Qué es lo que te causa tanta gracia? - cuestioné de la misma manera, deteniendo mis manos para concentrarme en su intensa mirada.

-Como te arreglas.

-¿Algún problema?

Los ojos de Timothée parecían gritar algo que me era imposible de descifrar, un puzzle sin salida que solo podía ser resuelto a través de sus gélidas y directas palabras, las cuales, parecían estar atascadas en su garganta, esperando el momento adecuado para salir.

-No tendrías de qué preocuparte si hiciésemos pública nuestra relación - y lo dijo.

Finalmente, luego del largo silencio que batallamos en medio de furtivas miradas, dejó salir todo lo que tenía allí escondido. Podía ver como la sinceridad gritaba a través de sus ojos, los cuales me pedían con entusiasmo respuesta alguna. Sin embargo, fui lo suficientemente cobarde como para bajar mi mirada y separarme de la calidez de su cuerpo. No sabía que era exactamente lo que debía decirle, porque pensaba que aquel ya era un tema zanjado, del cual no había nada más que discutir.

-Tim - suspiré su nombre mientras me daba vuelta, volviendo a abrir mis ojos para toparme con su mirada - ¿Es necesario?

El rizado tomó mis manos entre las suyas, para luego darme un suave beso en cada una de ellas. Su mirada seguía clavada en mis entrañas, susurrándome en voz baja, esa histeria que no quería conocer. Pero, pareció desaparecer una vez soltó mis manos, para dejar las suyas sobre mis mejillas, acercándose lentamente a mi frente para besar mi frente.

-Sé que lo hemos hablado, y que ya no hay nada más que discutir - mencionó aún con su boca en mi frente - Lo siento.

Asentí lentamente, inquieta, totalmente insegura, porque sentía que este sería solo una de las tantas discusiones que tendríamos por mi cobardía y la aletargada espera de la aceptación de mis sentimientos. Y pese a qué sabía que este era solo el comienzo de nuestro futuro fin, me dejé embargar entre sus amargos y tibios labios, sin dar tregua de sus palabras.




eeeespero que les haya gustado el capítulo!
y no olviden dejar sus votos y comentarios, en verdad se los agradecería muchísimo 💜

P. D. laven sus manitas y eviten salir de casa! ya queda mucho menos💜

Detrás de escena // t.c✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora