c i n c u e n t a y d o s

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Asumiendo la inevitable vagancia de mi propia vigilia y paseos matutinos, me dispuse a ponerme de pie, levantarme y saludar la mañana fría que cruzaba el umbral de mi ventana.

Timothée seguía durmiendo, envuelto en la suavidad de las sábanas mientras su pecho se movía pausadamente, subiendo y bajando, deleite de un vaivén de vida frenético. No me pude contener y sonreí, pasando mis dedos por entre sus rulos rebeldes, al tiempo que un gran suspiro se escapaba de sus rosados y entreabiertos labios.

Respiré profundo, disfrutando del aire fresco que entraba por mi nariz para llegar hasta mis pulmones. No podía explicar la paz que estaba sintiendo en aquel momento, era único, reconfortante. Había soñado tantas noches, pasando madrugadas en vela, que casi podía sentir su presencia como un espejismo de mal orgullo, aprovechador de mi sensibilidad. Porque mientras desvestía mis pensamientos, intentando olvidarle, quitarlo de mi cabeza, ese deseo de volver a estar junto a él, crecía de manera inevitable, fugaz e impaciente. No podía seguir negándome ese detalle que me perturbó por noches, pero ya era hora de dejarlo atrás, en el pasado.

Quité mi mano del cabello de mi compañero, para así poder tomar rumbo hacia el baño, en donde me esperaba una larga y refrescante ducha, ayudándome a dejar de lado mis más íntimas divagaciones, las cuales ya no tenían ni voz ni voto, en este debate que estaba más que cerrado.

Sin embargo, antes de meterme dentro del baño tenía que ir a buscar mi toalla al cuarto de lavado, que se encontraba junto a la cocina, por lo que era necesario pasar corriendo por el living. Allí, pude ver a Sharon durmiendo, tapada por completo, solo dejando fuera sus rizos castaños, tan característicos. No la desperté, aunque ganas no me faltaron, porque me causaba ternura verle tirada sobre el sofá, durmiendo profundamente, intentando calmar el frío inquebrantable de la mañana.

Seguí mi camino, y cuando mis pies tocaron el piso de la cocina, pude ver a Collins sentado junto a la isla, bebiendo algún brebaje caliente.

-Buen día - saludé, pasando a su lado, sin perder mi rumbo hacia el cuarto de lavado para buscar mi toalla.

-¿Cómo estás, Lilo? - lo escuché preguntar, al tiempo que tomaba la toalla entre mis manos.

Esperen. Enderecé mi cuerpo, retomando mi paso rápido para encontrarle.

¿Qué hacía Collins en sentado en la cocina?

-¿Collins? - pregunté, saliendo de la habitación, para verle sonreírle con notable incomodidad.

-Hola - saludó, dejando la taza sobre la isla.

-¿Qué haces aquí? - hablé, cruzándome de brazos, acercándome a él, como queriendo comprobar que era real, puesto que su presencia me impresionaba de sobremanera.

Pero nada. Ninguna palabra salió de sus labios, solo se limitaba a pasear sus ojos entre la puerta y mi persona. Elevé mis cejas esperando una respuesta, mientras intentaba escudriñar entre mis adormilados sentidos una razón lógica por la cuál el podría estar aquí, en mi hogar, sentado, usando solo un boxer y una camisa a cuadros azules. Y entonces, caí en la cuenta. Atando cabos recordé el reloj, las clandestinas salidas de mi amiga, y como Collins de pronto dejó de preguntarme por ella.

-¿Lilo? - llamó por mi nombre, pasando sus manos por mis ojos.

-Ya sé - sonreí con malicia, volviendo a la realidad - ¡Estás con Sharon! - exclamé, dejando salir toda la sorpresa que aquel descubrimiento traía consigo, porque no fui capaz de notar antes que era la única respuesta lógica a su presencia.

Collins abrió los ojos a tope, tal cual niño pillado en medio de una travesura. Se movió con agilidad por entre la cocina hasta salir a la sala, corriendo con vehemencia, encontrando un inútil escondite, ya que le seguí su paso con la misma velocidad.

Detrás de escena // t.c✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora