72.- Eres, lo que siempre espere

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Actualidad...

El matrimonio de Carla y Samuel estaba en su mejor momento, todo marchaba bien. Los dos jóvenes habían logrado sincronizarse, Samuel seguía en la empresa con Theo, en la constructora que tenía con Alex, se tomó un tiempo de descanso en la constructora, no quería y no estaba dispuesto a ser un padre ausente, quería estar con su familia, convivir con ellos y no ser de esos padres que llegan solo a la cena y ver a sus hijos cuando estuviesen dormidos.

Carla había hablado con Samuel, y había llegado a la conclusión de que no quería pasar tanto tiempo fuera de casa, decidió que trabajaría desde ahi y solo si fuera muy necesario iría al taller que tenía en Madrid, mientras en Nueva York su mano derecha Jonathan se encargaba de todo, el joven era muy eficiente, llevaba su trabajo con mucho profesionalismo y confiaba en él. Estaba segura a no ser como sus padres, no los juzgaba, finalmente había entendido sus motivos, pero definitivamente no quería ser una madre ausente. Quería estar para sus hijos y no quería perderse nada de sus vidas.

Carla y Samuel tenían eso en común, habían sido víctimas de los padres ausentes y estaban seguros que no querían lo mismo para Leo e Isabella.

Los días transcurrían con normalidad, el cumpleaños de Samuel se aproximaba y aunque él decía querer una celebración pequeña, solo con Carla y sus hijos en casa.
Pero Carla quería sorprenderlo, quería hacer algo bonito para él y que su familia y amigos estuvieran presentes para acompañarlo.

Residencia García Rosón...

Era de noche, Carla y Samuel recién terminaban de compartir la cena. El arquitecto tomó a Leo para llevarlo a su habitación a dormir—dale las buenas noches a mamá–le pidió  Samuel a su hijo. -hata manana mamá–pronunció el pequeño Leo y dejo uno de los  besos más puros en la mejilla de Carla.

-Hasta mañana mi amor–respondió Carla y le lleno de besos en el rostro. Leonardito, ante la esa muestra de cariño de su mami, se soltó a reír. Después de que lo dejo de besar, el pequeño rodeo con sus brazos el cuello de ella y muy cerca de su oído susurro—te quiero mami.
Carla sonrió ante las palabras sinceras de su hijo–y yo te amo mi vida–respondió ella, aún en el agarre de su hijo.

Cuando al fin la soltó, Samuel se encaminó junto con Leo hasta su habitación.

Lo recostó en su camita y lo cobijó, le acercó su osito preferido y cogio uno de los cuentos que tenía en su mesita de noche–bueno travieso, después de este cuento, tendrás que dormirte ¿entendido? Dijo Samuel. -Leo asintió y se acurrucó más entre sus sábanas, estaba listo para escuchar el cuento que papá le iba a leer.

Samuel comenzó: Había una vez una princesa increíblemente rica, hermosa y sabia. Cansada de pretendientes falsos que se acercaban a ella, algunos solo lo hacían para conseguir sus riquezas. Un día hizo publicar que se casaría con quien le llevase el regalo más valioso, tierno y sincero a la vez. El palacio se llenó de flores y regalos de todos los tipos y colores, de cartas de amor incomparables y de poetas enamorados. Y entre todos aquellos regalos magníficos, descubrió una piedra; una simple y sucia piedra. Intrigada, hizo llamar a quien se la había regalado. A pesar de su curiosidad, mostró estar muy ofendida cuando apareció el joven castaño y este se explicó diciendo: - Esa piedra representa lo más valioso que os puedo regalar, princesa: es mi corazón. Y también es sincera, porque aún no es vuestro y es duro como una piedra. Sólo cuando se llene de amor se ablandará y será más tierno que ningún otro. El joven se marchó tranquilamente, dejando a la princesa sorprendida y atrapada. Quedó tan enamorada que llevaba consigo la piedra a todas partes y durante meses llenó al joven de regalos y atenciones, pero su corazón seguía siendo duro como la piedra en sus manos. Desanimada, terminó por arrojar la piedra al fuego; al momento vio cómo se deshacía la arena, y de aquella piedra tosca surgía una bella figura de oro. Entonces comprendió que ella misma tendría que ser como el fuego y transformar cuanto tocaba separando lo inútil de lo importante. Durante los meses siguientes, la princesa se propuso cambiar en el reino y como con la piedra, dedicó su vida, su sabiduría y sus riquezas a separar lo inútil de lo importante. Acabó con el lujo, las joyas y los excesos, las gentes del país tuvieron comida y libros. Cuantos trataban con la princesa salían encantados por su carácter y cercanía y su sola prensencia transmitía tal calor humano y pasión por cuanto hacía, que comenzaron a llamarla cariñosamente "La princesa de fuego". Y como con la piedra, su fuego deshizo la dura corteza del corazón del joven, que tal y como había prometido, resultó ser tan tierno y justo que hizo feliz a la princesa hasta el fin de sus días, fin.–dijo el joven padre. Su hijo aún seguía despierto, el cuento le había gustado mucho, de hecho era de sus favoritos. Samuel siempre le decía, que ese cuento era como la historia de papá y mamá. -ota vez papá–pedía Leo con su vocecita tierna. El joven padre no pudo evitar sonreír ante el pedido de su hijo.

Élite: Amor verdaderoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora