C2. Extra.- San Valentín

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-¡Mi amor!, Buenos días. –Le correspondió Samuel el saludo y ella sonrió al ver como su esposo la jalaba hasta dejarla bien pegada a él depositando un suave beso en su mejilla. Carla no dudó en sonreír ante aquel recibimiento, su mirada y aquella muestra de cariño y amor le confirmaba que su esposo no tenía ojos para nadie más que solo para ella y no tenía reparo alguno en dejarlo claro frente a nadie. Por un momento olvidó como hace unos minutos sonreía como idiota a la pelirroja larguirucha y para dejar las cosas bien claras, ella no se lo pensó más y atacó la boca de su guapo esposo, mientras con sus manos le acariciaba el cabello que yacía en su nuca y enredó sus dedos ahí mientras tirando de este de vez en cuando. A Carla le encantaba hacer eso y él amaba que ella lo hiciera.

El beso apasionado fue interrumpido por un ligero carraspeo. Ambos se separaron sin ganas de querer hacerlo y se giraron para encontrarse con un Theo con el ceño fruncido y una pelirroja que miraba con cierta envidia a la bien besada rubia.

-Hola, hija. —Saludó el marqués a su hija abriendo sus brazos para que ella le abrazara, mientras que a su yerno le lanzaba una mirada asesina. Aunque Carla tuviera cincuenta años él no dejaría de verla como su niña, jamás dejaría de incomodarse o sentirse un poco celoso de que alguien, así fuera Samuel la anduviera besuqueando de aquella forma frente a él, era su niña, su única niña, aparte de su nieta, claro. Pero eso ya le tocaría sufrir al castaño e iba a disfrutarlo muchísimo, cuando eso, en su debido tiempo sucediera.

-Hola papá. –Le saludó ella y se acercó en seguida a él para responder a su abrazo. El marqués dejó un beso en la melena rubia de su hija y la separó un momento de aquel efusivo abrazo para observar lo radiante que lucía ese día.

-Es increíble lo hermosa y bella que estás, cariño. Sin duda el embarazo te sienta de maravilla. –Le halagó su padre y volvió a abrazarla de manera suave y tierna.

-Embarazada o no mi esposa es divina y yo soy un afortunado por tener a la mujer más hermosa del mundo a mi lado. –Soltó Samuel sin reparos.

Carla sonreía complacida al ser el centro de atención de dos de los tres hombres más importantes de su vida. Pero la sonrisa le fue borrada una vez que la intrusa pelirroja abrió la boca para hablar.

-Concuerdo con ustedes, sin duda alguna eres la embarazada más hermosa, ojalá todas nos llegáramos a ver igual que tú. –Dijo en un intento de querer quedar bien con ella, pensó.

-Ah, cariño. Te presento a Melissa nuestra nueva cliente. –Habló Theo y se disculpó con la mirada con la joven pelirroja por haberse olvidado de su presencia.

-Hola, ¿Carla?. Mucho gusto. –Dijo una sonriente Melissa.

-Hola, mucho gusto. –Saludó la rubia escuetamente y de manera hipócrita. No tenía interés alguno en intercambiar más de esas tres palabras con ella. La mujer no le gustaba, no le gustaba un pelo, percibía algo en ella que no le agradaba y Carla sabía que nunca se equivocaba respecto a eso. Era como un sexto sentido.

-No me dijiste que tenías una hija tan hermosa. –Dijo la pelirroja mientras acariciaba con total confianza el brazo a Theo. Carla frunció el ceño ante aquel acto descarado de confianza y sintió unas tremendas ganas de agarrarla a piñas y dejarle en claro que no volviera a tocar a su padre, no de aquel modo ni de ningún otro.

A la rubia no lo quedó de otra más que sonreír de manera hipócrita y no respondió nada ante el comentario queda bien de Melissa. Ese día no tenía ni el más mínimo humor de ser hipócrita.

-No sabía que ibas a venir, cariño. –Habló Theo un tanto extrañado por la visita repentina de su hija y miró fijamente a Samuel, quien tampoco sabía el porqué de la presencia de su esposa.

Élite: Amor verdaderoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora