C3. Extra.- Sorprendido

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-¡Hey! ¡Aléjese de aquí! –Gritó Joe, uno de los guardaespaldas de Leo mientras corría hasta el pequeño junto con Theo.

-Leo ven acá. –Le pidió su abuelo con suavidad pero con fuerza para que el pequeño lo escuchara.

Leo en seguida obedeció al llamado de su abuelo y se alejó de la verja que lo dividía de aquel extraño.

-Esta es una zona residencial y no puedes estar aquí. –Dijo Joe tomando a Leo alejándolo de la verja.

Theo al notar que algo sucedía caminó con premura hasta donde su nieto para tomarlo entre sus brazos.

Aquel extraño se dio cuenta de la cercanía del marqués y decidió huir de ahí a toda velocidad.

-¿Quien era y que quería ese hombre? –Cuestionó el abuelo preocupado.

-No lo se, señor. Pero hablaré con los vigilantes y revisaremos las cámaras. –Dijo para tranquilizar a su jefe. –No me gustó como miraba al señorito Leo. –Finalizó

Aquel comentario, como era de esperarse  inquietó a Theo, más no hizo ningún comentario frente a su esposa o Pilar, no quería alarmarlas por algo qué tal vez no era algo peligroso y mucho menos pensaba hablarlo con su hija, en el estado en el que se encontraba lo menos que quería era preocuparla. Pero lo que sí haría sería hablar muy seriamente con Samuel y ambos acordar algo para la seguridad de los pequeños, solo por precaución, pues Theo estaba plenamente seguro que nada malo sucedía.

Carla y Samuel llegaron a casa después de aquellas vacaciones, lo hicieron antes de tiempo ya que ha pesar de haber disfrutado esos días solos, echaban de menos a sus pequeños hijos.

Habían hablado seriamente y se habían prometido que el próximo viaje lo harían juntos en familia.

Al llegar a casa, los dos pequeños los esperaban aseados, perfumados y bien arreglados, se encontraban a ansiosos por ver y abrazar a sus papás, lo habían pasado increíble esos días con sus abuelos, no había duda, pero nada se compararía nunca con la compañía de sus padres.

En cuanto llegaron ambos sonrieron y exclamaron un ¡Papá! ¡Mamá! Que lograba erizarles la piel y terminaba por explotarles directamente en el corazón.

Nunca habían estado tantos días separados de sus hijos y aunque ellos también habían disfrutado esos días de viaje, también les habían echado de menos.

Leonardo le mostraba a mamá los trabajos que había realizado en el kínder garden y también le contaba lo bien que le había ido esos días durante su ausencia y le habló de todas las aventuras que había compartido con sus amiguitos.

La más pequeña de los García, se encontraba sobre el regazo de su papá mientras bebía su biberón. Lo miraba con esos ojos grandes color avellana que se escondían bajo sus enormes pestañas oscuras. El arquitecto sonrió amando esa manera tan dulce e inocente con la que su hija le miraba. No podía negar que su corazón se llenaba de felicidad al interpretar las miradas que sus hijos le dedicaban, lo miraban como un héroe y el no podía evitar sentirse orgulloso, feliz y él ser más amado gracias a esas personitas que eran su motor diario por el cual su corazón latía y sus ojos se abrían cada mañana. Ellos y Carla eran lo que lo impulsaban a ser una persona de bien, a trabajar y dar todo de sí día con día.

Comenzó a intercalar su mirada entre su esposa que lucia radiante con esa mirada única llena de brillo y esa barriga de tres meses, después sus ojos viajaban hasta su primogénito y por último terminaban en su hija más pequeña, pensaba que si algún día alguien le habría dicho que haber pasado por todo lo que había pasado tendría como resultado lo que vivía en ese instante, no lo habría creído.

Élite: Amor verdaderoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora