50.- Justicia

1.7K 71 14
                                    

Dos días después.

Lunes por la mañana...

Samuel llegó a casa de los Rosón Caleruega, un día antes había quedado con Beatriz de ir por Theo y Carla a la jefatura de policía.

Beatriz Caleruega pagó fianza para que Carla y Theo pudieran esperar el juicio fuera de la cárcel.

Llego y ella ya le esperaba lista para irse juntos, el camino fue silencioso y no por que Beatriz ya no aprobara la relación de su hija con Samuel, si no por que todo el asunto de Carla y su esposo la tenía con los ánimos por el suelo.
Todos sabían que se venían días muy difíciles.

Al llegar a la jefatura el abogado de los Rosón los esperaba ya ahí, entraron y a la primera en ver fue a Carla.

Ella corrió a los brazos de Samuel, pues tenía un par de días que no se veían pero a ellos les parecieron semanas.

Samuel acogió a Carla entre brazos y ella ante la acción de su novio no pudo evitar derramar algunas lágrimas, aunque enseguida las limpio con una de sus manos.

-¿Podemos irnos ya de aquí? Pregunto Carla inquieta.

-Si señorita, vengan por aquí por favor, indico el abogado de los Rosón, quien había conseguido que la familia saliera por la parte trasera donde los medios no pudiesen captarles. Los Rosón Caleruega eran una familia muy reconocida y en cuanto todo se descubrió, la noticia llegó hasta los medios quienes no tardaron mucho en acudir a cubrir la notica.

-¡Joder pero esto es un lío! Exclamó Samuel molesto.

Justo al momento de salir por la parte trasera, las familias Rosón y Benavent se cruzaron. Las madres de Polo intentaron llegar a un acuerdo con los fiscales para que Polo pudiera llevar el juicio desde casa pero eso fue imposible, las pruebas eran contundentes y su confesión lo empeoraba todo, no había mucho por hacer.

Las dos familias se lanzaron miradas lascivias y cada una siguió su camino.

Finalmente entre tanto alboroto la familia Rosón pudo salir de la jefatura para dirigirse a casa.

Carla y Theo estaban exhaustos, entre declaraciones y noches en vela.

Por fin llegaron a la residencia de los Rosón y Carla estaba dispuesta a tomar una ducha y dormir un rato. Subió las escaleras y pidió a su novio que le acompañara.

-¿Me acompañas Samuel? Le pregunto ella.

-Si claro, contestó el sin dudarlo.

Beatriz lo detuvo del brazo por un momento.

-Gracias Samuel, gracias por no dejarme sola durante estos días y por estar para mi hija, le agradecía Beatriz, pues la mayoría de las amistades de su círculo no tuvieron la amabilidad y educación de llamarle para brindarle apoyo por todo lo que le ocurría a la familia.

-Por Carla haría cualquier cosa y todo lo que hago es de corazón. No tiene nada que agradecer, fue la dulce respuesta de Samuel.

Ambos subieron a la habitación de Carla, donde una vez dentro Carla abrazó a su novio y soltó en llanto sobre el hombro de él.

Samuel le consolaba y le acariciaba su cabello. Carla era alguien fuerte y dura pero todo lo que había pasado esos últimos días fueron la gota que derramó el vaso, se contuvo durante horas para quebrarse. No se permitiría hacerlo delante de todos y con el único con el que podía y se sentía en la libertad de quebrarse era con Samuel.

-Tranquila amor, yo estoy para ti y no te dejaré sola en esto, afirmaba Samuel mientras la sostenía del rostro y limpiaba sus lágrimas.

Ella no decía nada, sólo lloraba sobre el hombro de él, necesitaba descargar toda la frustración y todo el estrés que había vivido esos días.

Élite: Amor verdaderoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora