68.- ¿Quieres ser?

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Samuel observó como Carla volteaba a verlo, no lo dudo y se acercó a ella. Se colocaron frente a frente y él tomó entre sus brazos.

-¿Que haces aquí Samuel? ¿Quien te dijo que estaría aquí? ¿Acaso fue Lu? Preguntaba ella.

-No importa quien me dijo, estoy aquí porque no quiero que te vayas, no estoy dispuesto a perderte de nuevo. Soy un gilipollas, actué como un completo imbécil y joder Carla no te dejaré ir una vez más—decía él mientras la acercaba más a su cuerpo. Y si tú decides irte yo iré tras de ti—aseguraba Samuel.

Carla lo miraba muy atenta y ante las palabras del chico no pudo evitar que las lágrimas corrieran por su rostro.

-Tengo miedo Samuel y la verdad estoy cansada, un día estamos bien y otro mal, de verdad que no quiero estar así contigo—decía ella con fastidio.

-De verdad Carla, te amo y nunca debí dejarte ir nunca—decía el con arrepentimiento. Desde aquella vez que fuiste a mi departamento y por primera vez te atreviste a aceptar que querías que lo intentáramos fui un gilipollas cegado por el enojo y el orgullo, fui un cobarde que debí detenerte cuando te marchaste y admitir que yo también estaba enamorado de ti, aquella vez en la comisaría tampoco debí dejarte ir y nunca me perdonaré no haberte buscado después de que decidiste irte cuando pasó lo de nuestro hijo—dijo el con la voz entre cortada. He sido un tonto, pero te juro que te amo y... decía el hasta que Carla colocó su dedo índice sobre sus labios para callarlo—yo también te amo Samuel y nunca más pienso separarme de ti, me aferrare con uñas y dientes y sobre todo con el alma y el corazón a nuestro amor—dijo ella mirándolo fijamente a los ojos para después fundirse en una largo y apasionado pero muy dulce beso, un beso que decía todo para ellos, un beso que quitaba dudas y les decía lo mucho que se extrañaron esos cuatro años en los que estuvieron separados.

Samuel la tomó de la mano y la hizo caminar en dirección contraria a la sala de abordaje para el vuelo a Nueva York.

-Samuel pero... pero debo de tomar el vuelo a Nueva York—dijo ella.

-¿Confías en mi? Pregunto el viéndola a los ojos.

-Claro que confió en ti—respondió ella muy segura. Pero Samuel, yo debo de volar a Nueva York, tengo un compromiso que cumplir—decía Carla.

Samuel no se detenía y la seguía alejando de la puerta de abordaje.

-Yo se amor, yo se que tienes un compromiso, yo también los tengo, pero necesitamos unos días para nosotros dos. Quiero estar contigo, alejarme del mundo y que por unos días solo seamos tú y yo—dijo Samuel pegándola más a él.

Carla lo miró a los ojos y llevó su mano hasta el rostro de Samuel acariciando su mejilla.

-A la mierda todos y todo, vámonos solo tú y yo—respondió Carla.

Samuel la tomó de ambas manos y las llevó directo hasta su boca para besarlas y acariciarlas.

-Vámonos—dijo él llevándola al mostrador de otra aerolínea.

-¿A donde vamos amor? Preguntaba Carla.

-Tengo el lugar perfecto para estar nosotros solos–respondió el—buenas tardes señorita, necesito dos boletos para Cerdeña—dijo Samuel.

Carla se sorprendió pero no puso resistencia a la idea de su amor, sabía que el lugar era hermoso y se moría por compartir unos días con él alejados de todos y que mejor que ahí, les hacía falta estar solos y hablar con tranquilidad.

Después de esperar menos de dos horas para abordar el avión que los llevaría hasta Cerdeña, finalmente la feliz pareja subió al avión. El recorrido fue corto y lo fue aún más con las ocurrencias y conversaciones de Samuel, no dejaba de contarle a la chica sobre sus viajes y las múltiples cosas que le pasaron, pues anteriormente se habían visto pero no habían tenido oportunidad de contarse lo que durante esos cuatro largos años habían hecho.

Élite: Amor verdaderoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora