Capítulo 27

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"No confíes en lo que ves, incluso la sal se ve como azúcar"

Anónimo

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G A E L

No tengo ni idea de por qué salí tras ella, supongo que solo me dio lástima. Cuando te acostumbras a ver a una chica con personalidad y que se lleva el mundo por delante como Loraine y Amaya, notas claramente cuando algo grave o serio sucede, y eso pasa ahora.

La veo entrar en el pasillo que da a las aulas de las actividades extracurriculares, nunca vengo aquí porque no hago ninguna, así que tengo que abrir una por una hasta que por fin la encuentro en la sala de música.

Está sentada en el suelo con los brazos envolviendo sus piernas y la cabeza escondida allí. Está llorando demasiado, no creo poder lidiar con esto, la gente que llora me pone nervioso, y más cuando sus sentimientos me importan una mierda.

Seguro su novio le terminó o algo así, Nina está enamorada de él, estoy seguro de que él no lo sabe porque de ser así apostaría lo que sea a que la elegiría a ella. Yo lo haría.

¿Y si eso pasó? ¿Y si su novio la dejó por Nina? O tal vez la dejó porque ella lo engaño con el profesor de Historia, o tal vez...

Mejor dejo de sacar conclusiones estúpidas y pregunto de una vez.

Me siento a su lado, y en cuanto apoyo una mano en su hombro ella se aleja rápidamente muy asustada, hasta que ve que soy yo y su gesto se relaja.

¿Por qué esa reacción desmedida? Me recuerda a Oliver en sus malos momentos.

Sorbe por la nariz e intenta mostrarse arrogante.

—¿Vienes a reírte de mí? Sabía que eras un idiota, pero no sabía que también eras una mala persona.

Bien, obviamente ella no está bien, así que solo por esta vez pasaré por alto su ofensa y seré un buen chico.

—No vine a reírme, solo quiero saber si estás bien.

—¿Te parece que estoy bien? —pregunta señalando su rostro.

Okay, le doy un punto, fue una pregunta estúpida.

—Solo son rumores, los hay sobre todos. No debes darle importancia, nadie cree que realmente te acostaste con el profesor.

Ella esconde el rostro entre sus manos y habla con voz rota y temblorosa.

—Es que es verdad —murmura muy bajo, pero igual llego a oírla—. Pero yo no quería... estaba en las regaderas de la piscina, él se metió y yo... yo dije que no.

Apenas termino de escucharla y me pongo de pie, sorprendido y alterado por lo que acabo de escuchar.

—¿Tú dijiste que no, y él lo hizo igual?

Ni siquiera puedo pensar en pronunciar esa palabra, solo quiero romper todos sus huesos y enviarlo a la cárcel luego.

—Sí, pero fue mi culpa. Yo dije que no, y cuando él siguió solo lloré y lo dejé que lo hiciera... No lo empujé, ni grité... no podía...

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