Capítulo 53

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"Nada como ir juntos a la par"

Pappo

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O L I V E R

—Despiértate, te extraño —susurra su dulce voz en mi oído.

Quiero hacerlo, pero no es tan fácil abrir los ojos, ni mover el cuerpo. ¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado?

No estoy en casa, esta no es mi cama. Me cuesta mucho esfuerzo recordar qué estaba haciendo antes, recuerdo la última vez que desperté... Amaya no estaba, Amaya...

Abro los ojos haciendo un sobreesfuerzo buscando alrededor de la cama con la mirada, pero no hay nadie.

No puede ser, sí la escuché, no estoy loco.

Tengo el brazo izquierdo inmovilizado, ¿acaso me lo rompí? No, había sangre y... vidrios. De pronto, como en una pesadilla los sucesos se activan en mi cerebro, la sangre era mía, rompí los vidrios porque quería llegar a ella.

El disparo resuena en mi mente y mi corazón se acelera, necesito saber qué fue lo que sucedió, estoy a un segundo de perder el control cuando ella entra a la habitación con un doctor y sus ojos casi negros se posan en mí.

—¡Te despertaste! —exclama muy feliz, llegando a mí en menos de un segundo.

—Estás aquí... —suspiro de alivio tomando su rostro con la mano que tengo libre y uniendo nuestras frentes para respirar con calma.

—Te amo —susurra bien bajito, pero entonces se tiene que alejar para que el médico pueda hacer su trabajo.

—¿Cómo te sientes? —me pregunta mostrándose amable y sonriente.

—Confundido.

—Es muy normal, perdiste mucha sangre. —Pone una luz muy molesta en mis ojos y sonríe— Tienes mucha suerte, te salvó tu ángel.

Amaya se ríe, creo que jamás en la vida alguien la había llamado de ese modo sin ironía involucrada. Luego de algunos controles más, el médico se va y nos deja solos.

Ella está completamente negada a hablar de lo que pasó, cada vez que intento que me lo explique me evade, con un beso o alegando que deje de hacer preguntas que necesito descansar.

Me trasladaron a la ciudad, estuve dos días en el hospital sin que nadie me explicara nada, todos se comportan de forma extraña y yo no soy nada tonto.

El juicio es mañana, y al parecer las cosas no son favorables para nosotros.

Mi hermano acaba de entrar a la sala, no trae cara de traer buenas noticias.

—Ya te darán de alta —comenta sentándose a los pies de la camilla.

—¿Dónde está Amaya? —cuestiono luego de unas largas horas sin verla.

—No puede venir ahora... —comienza a decir, pero lo interrumpo de inmediato.

—¿Pueden dejar de tratarme como a un estúpido? Ya sé que todo va mal, y es peor lo que me imagino que lo que pueda llegar a pasar.

—No estoy de acuerdo con mentirte, lo sabes. Fue porque el médico dijo que necesitabas reponerte, y creímos que...

—¡Estoy bien! Dime que carajo pasa...

—Amaya está detenida, ella misma confesó haber matado a su mamá.

Eso último no me toma por sorpresa, sé que escuché ese disparo y si no fue a parar a Amaya definitivamente tenía que haber ido a su mamá. Lo que me sorprende es la confesión.

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