Capítulo 19

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"El amor es un juego que pueden jugar dos y ganar ambos."

Eva Gabor

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O L I V E R

Siento la tensión, la incomodidad y los celos de mi hermano. Le dije a Amaya que las cosas se complicarían, pero ella no quiso escuchar.

—¿Qué? —pregunta confundida por el maltrato de Gael.

—Nada... —murmura él notando su paso en falso— Que te ves bien, al parecer tuviste una buena noche.

No quiero que ella le dé explicaciones. Quiero que me elija de una vez por todas para terminar con esta tontería.

Sé que me prefiere a mí, pero él aún le gusta y eso tiene que cambiar. Podría cambiarlo con sexo, pero eso no tendría sentido.

He visto a todas las personas en mi entorno como piezas de mis juegos siempre. Nunca he pretendido generar daño, pero muchas veces lo he hecho. Es que, por lo general, las personas con falta de criterio propio confían en mí con demasiada facilidad, y resulta divertido que hagan lo que digo.

Soy muy bueno manipulando, es divertido, alimenta mi ego y mantiene mi mente ocupada para no enloquecer por todo lo demás.

Poco ético, lo sé. Mi ego es grande y mi empatía baja. Sobre todo, con las personas con las que no me une ningún vínculo emocional.

Amaya decide ignorar el planteo celoso de mi hermano y castigarlo con indiferencia. Voltea a verme con sus ojos oscuros cargados de maldad y me lanza una mirada cómplice.

—¿Vienes a desayunar conmigo? —me pide relamiendo sus labios.

—Claro, ve a abrigarte y te alcanzo en un momento —Le doy una sonrisa y ella me la devuelve.

En cuanto se va nos gana el silencio por un momento, sé que Gael no hará ningún comentario sobre lo que acaba de suceder, y es que estoy casi seguro de que él no ve a Amaya como una chica más.

—¿Dónde estabas? —cuestiono indagando en mi armario en busca de ropa para ir a darme una ducha.

—Fui con Zoe —confiesa haciendo que me voltee de inmediato.

El nivel de estupidez de este chico a veces me sorprende, pero hoy estoy particularmente de buen humor así que me ahorraré la media hora de regaños e iré al grano.

—¿Y cómo te fue?

Parece sorprendido de mi falta de reacción, pero en realidad es que me agrada que tome decisiones, por más estúpidas que sean, no puede estar toda su vida pendiente de lo que yo decido.

—Bien, dije algunas mentiras y logré que me diera esto: —Saca una memoria USB de su bolsillo y me la enseña—. Dice que solo hay que ponerla y encender la computadora para que se desbloquee.

Pongo mi mano en su hombro y lo palmeo.

—Bien hecho, felicitaciones para ti y para tu polla que siempre logran lo que se proponen.

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