Superficial

Capítulo 22

"Podemos evadir la realidad, pero no podemos evadir las consecuencias de evadir la realidad."

Ayn Rand

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G A E L

Puta mierda.

Ese que está allí, haciendo que ella saque sus soniditos, debería ser yo.

Me siento frustrado ¿Por qué me siento frustrado? Abro la puerta de la biblioteca de una patada, y la cierro con la misma fuerza.

Necesito calmarme.

No puedo sentir celos, Amaya no me importa.

Si, ajá, ahora debería repetirlo hasta que me lo crea.

Lo peor es que es mi culpa, todo esto es mi culpa, ella estaba conmigo y yo lo metí a Oliver.

Varios días atrás...

—¿Te acostaste con ella? —pregunta Oliver cuando acabamos de llegar del hospital.

—Sí, pero no voy a poder enamorarla si es lo que pretendes.

Oliver sonríe de lado mientras sale de la habitación, Amaya nos espera en la cafetería.

—Ella es una chica ruda —asegura como si eso fuera genial—. Igual olvídate de eso, ella no va a hablar, ya no necesito que la conquistes.

—¿Te gusta? —cuestiono elevando una ceja.

—¿Para qué?

Su respuesta es una pregunta clásica. Hay diferentes formas en las que te puede gustar una chica, aunque él nunca me ha dicho que le gusta una chica de verdad, yo sí se lo he dicho con Zoe. Son códigos extraños, pero son nuestros y funcionan bien.

—Para medirnos.

Él entrecierra sus ojos y duda.

—No creo que Amaya sea una chica con la cual jugar, es peligrosa, podría enredarnos a los dos.

Ajá, sí, claro. Cómo si eso fuera posible.

—No pasará, tenlo por seguro. —Lo miro esperando por una respuesta y él se toma su tiempo por lo que decido insistir—: Confía en mí.

—De acuerdo, pero habrá problemas, luego no digas que no te advertí.

Llegamos a la cafetería, iré por café y ellos se quedarán a solas.

—¿Tú se lo dejas saber? —pregunta abriendo la puerta.

—Yo me encargaré —aseguro y luego tomo un camino diferente.

El juego comenzó, y yo llevo ventaja.

Maldito el día que metí a Oliver en esto, aunque creo que solo lo hice porque sabía que a ella le gustaba y si de alguna forma Amaya iba a estar entre los dos sería con nuestras reglas y no con las suyas.

Esto no tenía que ser así, yo tenía que ganar, yo tenía que mostrarle que soy su mejor opción. Y ni siquiera ha intentado volver a tener algo conmigo.

Golpeo la estantería con mi puño de lado y los libros se sacuden en su sitio.

—¡Ey! No te metas con los libros, se nota que no son tuyos... —La voz de Nina llega desde la puerta.