Capítulo 30

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"Ninguna culpa se olvida mientras la conciencia lo recuerde."

Stefan Zweig

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No me ha dicho nada, le conté lo que dijo Blas y solo detuvo el auto y se bajó en medio de la nada. La realidad es que podría seguirlo, no debe estar lejos, lo vi meterse entre los árboles que rodean la carretera. El punto es que si se bajó del auto es porque quiere estar solo, ya que la única persona que hay aquí soy yo.

No quise decirle que no fue su culpa, él lo sabe, supuse que decir palabras esperables sería tomar a la ligera el dolor de saber que una acción suya desencadenó la tragedia.

Todo esto es muy triste y doloroso, pero no puedo permitirme el dolor justo ahora. Tengo que estar fuerte para él, tengo que mostrar que nada de lo que hay entre él y yo es una mentira.

Oliver se siente solo, todos esperan cosas de él, él resuelve los problemas, él toma decisiones, él siempre sabe qué hacer; sin embargo, he notado que lo que busca en mí está lejos de ser lo que yo pensaba.

Me quiere a su lado porque ya no quiere llevar todas las cargas solo. Ya no quiere el peso de todas las decisiones sobre sus hombros, y ese es el motivo por el cual me ha dado un lugar tan importante en su vida en tan poco tiempo.

Estaré a la altura, pero también tengo mis reglas. Si llevaremos la carga juntos, no puede aislarse de mí en cuanto algo duele. Así que me quiera a su lado o no, allí estaré.

Tomo mi abrigo del asiento trasero y me lo pongo rápidamente, saco las llaves del auto, cierro la puerta y voy tras él.

Queda poca luz de día, es invierno y oscurece temprano, me meto por un sendero que está cerca de donde lo vi entrar y camino solo un minuto hasta que lo veo sentado en un tronco a un lado del río congelado.

—Me gustaba mucho patinar —comento sentándome a su lado.

—¿Ya no? —pregunta sin despegar sus ojos del helado río.

—Mi mamá no me dejaba hacerlo, pero cada vez que el invierno llegaba mi papá inventaba una excusa para salir y escaparnos a la pista de patinaje.

—¿Dónde está él ahora?

Una pregunta tan casual, tan simple, a la que siempre respondo con una mentira. Hoy no quiero mentir, ya no quiero mentirle a él, sin embargo, aunque quisiera contarle toda la historia no puedo hacerlo.

—No tengo idea —digo la verdad, sin detalles, pero es la verdad.

—¿Lo extrañas? —continúa con el interrogatorio.

Él nunca me hace preguntas, ahora supongo que teniendo en cuenta que conozco detalles de su historia que todos desconocen, es justo que quiera saber más de mí.

—No te imaginas cuánto…

Por fin voltea su rostro hacia mí, no hay rastro en sus ojos de que haya llorado, solo frialdad y vacío. Conozco perfectamente esa sensación, cómo el exterior puede verse impoluto, calmo y sereno cuando en el interior todo es caos y dolor.

Por eso estoy aquí, por eso nos elegimos, porque los dos sabemos que estamos sufriendo y no tenemos la necesidad de ponerlo en palabras.

—Es la primera vez que admites tener un sentimiento real y no estás mintiendo —menciona y lo siento tan cercano como nunca.

Solo entonces tomo conciencia de lo mucho que me ha observado, siempre he tenido la sensación de que él puede ver a través de mí como nadie más puede hacerlo. Me siento ingenua y tonta por sentir esa conexión y creer en ella, pero no puedo obviar que esta allí.

SuperficialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora