Superficial

Capítulo 40

“Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera; tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean los devoran los de afuera.”

José Hernández, Martín Fierro

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O L I V E R

Silencio, llevamos como quince minutos en silencio. Amaya y Nina entraron a la casa, nos alejamos unas cuantas calles y nos quedamos aquí, en silencio.

Busco la computadora en el asiento de atrás, la abro sobre mis piernas y me dispongo a abrir el programa que Zoe me puso allí.

Sí, a veces uno tiene la obligación de tragarse su orgullo. Y después de todas las veces que hablé mal de ella, tuve que ir a pedirle ayuda.

Busco mi teléfono y le envío un mensaje a Amaya.

Oliver - en línea

Tengo las cámaras, te ves hermosa.

La observo sacar su celular y sonreírle a la pantalla a través de la cámara que hay en la sala. No sé si es que tienen un plan, pero me siento tranquilo pudiendo ver lo que ocurre.

No tarda mucho en responder.

Amaya - en línea

¿Puedes borrar los registros luego?

Oliver - en línea

Sí, hagan lo que sea, yo las cuido y no quedará registro.

Zoe me explicó cómo poner una especie de bug, que dejará la imagen estática toda la noche. Me valió una suma considerable de dinero, no crean que lo hace porque es una buena chica, sin embargo, Gael tenía razón sobre ella.

Están en la sala, me irrita un poco que Simón la abrace y la toque, pero es parte del plan así que solo me queda aguantar.

—¿Nunca vas perdonarme? —dice mi hermano rompiendo el incómodo silencio.

—Ya te perdoné —respondo con simpleza.

—¿Y entonces por qué no me hablas? —pregunta sorprendido.

—Porque estamos bien así.

Sé que no soy muy expresivo, pero él me entiende muy bien sin la necesidad de usar muchas palabras.

—No, tú estás bien así. No hables por los dos —me contradice rápidamente.

—Entonces tú habla por ti —lo provoco sin despegar los ojos de la pantalla—. No intentes complacerme para que todo esté bien, solo di lo que piensas.

Respira profundo, tomando valor para hacerlo.

—Dejando de lado a Amaya, siento que, aunque sé que me equivoqué entrando en la biblioteca, que llegáramos a este punto tiene parte de tu responsabilidad.

Pienso por un momento su planteo, y solo asiento. Puede que sea verdad, no fui lo suficientemente claro a tiempo.

—Te pregunté muchas veces si la querías, todas dijiste que no y que querías seguir con el juego —continúa hablando con calma.

—Y todas las veces te mentí, porque quería que fuera ella quien me eligiera —confieso tomando mi parte de la responsabilidad.

—Yo pensé que estaba enamorado de ella, pero no es así. Solo me puse caprichoso, y lo siento por eso.