EPÍLOGO I

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Fue una semana larga y muy dura la que tuve que pasar en el hospital junto con mi familia. Y no me refiero tan solo a mi padre y mi hermano, los Flynn y Rachel también eran parte de mi familia.

Cuando me quedé a solas con el médico, me comunicó que había estado sufriendo de vértigos, mareos que surgían debido a estar sometida a alguna situación de estrés, cansancio... Pero, por suerte, no era nada demasiado grave y tan solo me dieron trucos para controlar mejor el estrés y la presión, lo que me sirvió de gran ayuda tanto por aquel entonces como ahora.

Recordar todo lo del embarazo, lo mal que lo pasé en los hospitales, volver a ver a Noah y darme cuenta de que aún no lo había superado, todo lo ocurrido con Jason, con Max y sus amigos, con Dylan, con Noah... Fue demasiado para mí y, al final, me pasó factura.

Odiaba estar encerrada en el hospital, lo odiaba más que a nada. Bastante tiempo había permanecido en uno tras el aborto y estar de nuevo en uno me hacía recordar esos días una y otra vez... Me desesperaba y yo tan solo quería salir de esa maldita cama y largarme a casa ya. Por suerte, esta vez Noah si que estuvo a mí lado. No fue el único, pero sí el que más necesitaba y quien me hizo falta la primera vez.

Noah ,prácticamente, no se separaba de mi lado. El sofá de la habitación se había convertido en su cama, me dormía con él acostado tras de mí mientras me acariciaba el pelo y lo primero que veía al despertar eran sus ojos azules. A veces dudaba sobre si llegaba a dormir y siempre que los recuerdos me azotaban tenía un hombro donde llorar: el suyo.

Fue una semana dura para todos, pero ellos siempre tenían dibujada una sonrisa para mí. Lee, siempre tan divertido y a la vez protector; Rachel, cotilleando conmigo y regañando a Lee cuando decía estupideces (casi todo el tiempo); June, tan maternal; Matthew, distante y, a su vez, atento en todo lo que necesitaba; Bradd, siempre incitándome a jugar con él a la Nintendo; mi padre, procurando siempre mi bienestar, hablándome sobre qué diría mi madre si estuviera allí y preocupado en silencio; Noah, mi Noah, tan cariñoso, alegre cuando me veía decaer en la tristeza, siempre procurando satisfacerme y hacer todo lo que estuviera en su mano para hacerme feliz, para sacarme una sonrisa... No podría tener una familia mejor.

Una vez me dieron el alta, nos dirigimos a casa. Dentro de nada recibiríamos las cartas de admisión a la Universidad y, aunque aún no habíamos estado en la casa de la playa el tiempo acordado, debido a lo que me había ocurrido decidimos volver. 

Durante esa semana Noah y yo no hablamos sobre lo que haríamos con lo nuestro, ni siquiera sabíamos si aquello existía, pero estando en el hospital esa no fue nuestra mayor preocupación. 

Al volver, si que lo tuve muy presente.

Nos queríamos, eso nadie podía dudarlo, pero estaba el tema de la Universidad aún sin resolver y la distancia, quieras o no, pesa mucho en una relación... Sería como volver al punto de partida y, sinceramente, no sabía si yo quería eso ahora mismo, por mucho que amase a Noah. 

Los primeros días de vuelta en Los Ángeles los pasé en mi habitación junto a Lee, Rachel y Noah. Prácticamente, Noah y yo parecíamos pareja: nos acurrucábamos, besábamos, quedábamos a veces solos para ver una película en mi casa... Las palabras sobraban entre nosotros ya que, con tan solo mirarnos a los ojos, sabíamos con exactitud lo que se le pasaba al otro por la cabeza, lo mucho que nos queríamos y que deseábamos estar juntos. Siempre. 

El tiempo a su lado se pasaba demasiado rápido y no quería que acabara. Nunca. Jamás. 

Una noche quedamos en la playa, para hacer un picnic nocturno, y decidimos no hablar de nosotros hasta que llegaran las cartas de la Universidad.

Y ese día llegó. 

Y al lado de Noah, Lee y yo las abrimos. 

Y le miré. 

Y lloré. 

Y pataleé. 

Y abracé a Lee, llorando a moco tendido.

Y me tiré sobre Noah. 

Y él me abrazó.

Me besó. 

Le sonreí. 

Triste y feliz a la vez. 

"Tenemos el placer de anunciarle que ha sido aceptada en la Univerdidad de Harvard".

"Tenemos el placer de anunciarle que ha sido aceptado en la Universidad de California":

Triste porque, por primera vez en dieciocho años de vida, Lee no iba a estar a mi lado.

Feliz porque la distancia jamás volvería a ser un problema ( por el momento).

* * * *

El día que me despedí de Lee, Rachel, mi padre, Bradd, June y Matheww en el aeropuerto fue uno de los más duros de toda mi vida. 

Estuve a punto de echarme atrás, aceptar otra universidad y no alejarme tanto de mis seres queridos. Pero me había esforzado más que en toda mi vida para poder estudiar en una de las mejores universidades del mundo y, además, la persona que me agarró de la mano en ese momento, dándome confianza, valor, me hizo darme aún más cuenta de que debía hacerlo por mí y mi futuro y que podría con todo lo que me propusiera y más. 

Noah me sonrió, entrelanzando nuestros dedos de forma firme. 

- ¿Estás lista? - me preguntó con una sonrisa ladeada y condenadamente sexy.

No pude evitar que una enorme sonrisa apareciera en mi rostro y, cuando él sonrió de verdad, mostrando sus hoyuelos y con los ojos rebosantes de alegría, supe que todo iría bien. 

Asentí, mordiendo mi labio inferior. Él posó un mechón de pelo detrás de mi oreja.

- Te quiero. Siempre - me susurró apoyando su frente sobre la mía. 

- ¿Tú sabes lo que significa siempre? - cuestioné, sonriendo. 

- Siempre es el tiempo que voy a estar enamorado de ti.

Y no hizo falta nada más. 

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